tag:blogger.com,1999:blog-76097273217540178572024-03-05T06:20:44.241+01:00vistazo al mundo desde la apatíaLeonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.comBlogger24125tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-79230079226704325802008-04-09T12:39:00.002+02:002008-04-09T12:57:43.968+02:00La Última LlamadaLa lluvia chocaba estrepitosamente contra las viejas tejas, mientras el ruido y la noche se hacían uno solo, y mi cuerpo casi muerto e inamovible intentaba mantenerse vivo y escondido detrás de las cajas del almacén aunque fuera sólo un segundo más.<br /><br />Estaba arrinconado, en la que era la peor situación en la que me había visto jamás. Mi mirada se perdía y se desenfocaba, la vida se me estaba yendo por segundos y yo no podía hacer nada. La sangre corría por mi pierna, provocada por un disparo; mi rostro, antes esbelto y lleno de vigor, se encontraba desfigurado por los golpes. La sangre brotaba sin cesar, y yo era consciente de que no me quedaban muchos segundos de vida.<br /><br />Axel Dennis me esperaba fuera, junto con los demás policías. Mi padre, Leonardo, me buscaba sin cesar por todo el almacén para arrebatarme la vida. Fue entonces cuando sonó el móvil, impredeciblemente para mí, y como ateniéndome a la idea de que cualquier cosa podría salvarme en aquel momento, lo cogí sin mirar quien era.<br /><br />- Leonardo...<br /><br />- Sonia, Sonia...<br /><br />- ¿Estás llorando?<br /><br />Un gemido le contestó.<br /><br />- ¿Qué ha ocurrido? ¿Dónde estás?<br /><br />La respiración se entrecortaba mientras se aceleraba. Mi corazón daba los últimos latidos forzándose testarudamente por seguir viviendo.<br /><br />- Estoy... estoy en el almacen de Dawson. Oh, Sonia... - Mi mente se confundía y lanzaba palabras totalmente incoherentes a mis labios. - Necesito salir de aquí... no puedo hablar mucho tiempo.<br /><br />Me sujeté contra la pared, oculto en una esquina, rezando porque mi padre no diera con mi paradero. Oía sus gritos y sus golpes, cada vez más cercanos, y sabía que en cuanto me viera u oyese, ese sería mi fin. La sangre se agolpaba en mi pantalón, la herida del pecho constante pero pequeña estaba soplando mi vida por segundos. Yo llamaba a mi don, pero éste no contestaba.<br /><br />- Iré a buscarte, no te preocupes...<br /><br />- No, Sonia, no puedo salir de aquí... La policía está esperando fuera, y estoy herido... muy herido. No sé porqué se han complicado las cosas, no sé porqué, no sé qué hice... no sé qué estoy haciendo, Sonia.<br /><br />Sonia lloraba al otro lado porque aunque no sabía nada, lo sabía todo. Su mente comenzó a atar cabos, e intuyó por razones obvias porqué me buscaba la policía y porqué alguien quería matarme. No sabía el porqué, pero era consciente de que yo, por todo lo que yo era, merecía morir a manos de otro.<br /><br />Las cosas parecían perfectas días antes, y sin embargo una serie de coincidencias cuya naturaleza no busco comprender, me la jugó a mí y a mi don. Y ahora en ese momento sólo era un humano más apunto de morir, tan vulgar y huraño como todos los demás. No parecía siquiera yo. Estaba sufriendo, casi por primera vez en mi vida, un dolor en el corazón tan agudo como constante.<br /><br />- Tengo que decirte algo, no cuelgues...<br /><br />Su voz aumentaba en emotividad, una fuerte sensación de cariño, ternura y amor que se mezclaba líquidamente con el sufrimiento más agonizante de la existencia. Probablemente Sonia, en otro sentido de la palabra, también estuviera agonizando su muerte.<br /><br />- Estoy embarazada.<br /><br />La muerte me importó menos entonces, o más, después. Aún cuando lo veía todo negro, y todo parecía indicar que mi padre me encontraría, y la muerte ya me sonreía desde la sombra más profunda del almacén de Dawson, lo cierto es que, incomprensiblemente, todavía me quedaban 3 días de vida.Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-65068139175024693592008-01-28T23:33:00.000+01:002008-01-29T00:04:21.093+01:00El Viaje (II): La Caída<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQrsD87YpozhXjrijysGSkG7J_tqVukg_rt-wEt0RnEgHfNM67IqAgwX8FzukAlOeUsmRE46xiOmk2zlgfldmRtyDg8vaYE4_q47fpT6VHznjE7Ao1VzQj2ZZaTK-EpSNpGygMbuIwxtQ/s1600-h/mx_image_train_night_bw_900_extralarge.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQrsD87YpozhXjrijysGSkG7J_tqVukg_rt-wEt0RnEgHfNM67IqAgwX8FzukAlOeUsmRE46xiOmk2zlgfldmRtyDg8vaYE4_q47fpT6VHznjE7Ao1VzQj2ZZaTK-EpSNpGygMbuIwxtQ/s320/mx_image_train_night_bw_900_extralarge.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5160663603358076482" border="0" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Había presenciado desde un primer término la decadencia y destrucción de toda su familia. Había visto, uno por uno, cómo morían sus hermanos, sus hijos, sus familias, sus nietos. Había visto cómo él mismo había creado el mal, cómo lo había alimentado y cómo lo había propulsado, pensando que lo podría controlar. Los hechos, sin embargo, se le fueron de las manos, y ahora estaba allí, en aquel tren, mirando llover por la ventana, con un paisaje verde y nublado, triste como su corazón, y frío como su talante, intentando salvar los únicos miembros vivos de la familia, antaño grande y poderosa, Stigliari. El joven Dante, el experimentado Francesco, el bebé Leonardo… debía salvarlos a todos si quería que la extirpe no se extinguiera y quedara un rayo de esperanza sobre la Tierra. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Salvatore Stigliari sólo podía mirar apesadumbrado por la ventana. Con los ojos encharcados en lágrimas por la vejez, su mirada había ido perdiendo vitalidad en los últimos años; años en los que se había dado perfecta y total cuenta de la magnitud de los errores que había cometido en vida. Se odiaba a sí mismo, y odiaba la soberbia que le caracterizaba a él, a su padre, y al padre de su padre, y a sus hijos, y probablemente, si Dante y Leonardo vivían, a los hijos de sus hijos. Recordaba, con cierta nostalgia, los viejos y buenos tiempos. Tiempos en los que gozaba de buena salud, su familia era numerosa, opulenta y tremendamente poderosa. Tenía un imperio y se sentía orgulloso de crear lo que había creado. Su padre, en los últimos años de su vida, se había mostrado orgulloso de cómo había sacado la familia a flote y había hecho brillar el apellido Stigliari en el conocimiento más oculto e inmutable de los secretos humanos. Su padre le había conferido un secreto de proporciones inmensas, y así, Salvatore, tendría que comunicárselo a uno, y sólo a uno de sus siete hijos varones. Porque así había sido siempre, y el padre de su padre lo sabía, y el de su padre; de este modo ascendiendo en el árbol genealógico hasta llegar al momento del Suceso. Ocho generaciones antes el poder de los Stigliari les fue concedido por una fuerza mayor. Azar, lo llaman algunos; la Suerte, otros. Fortuna, como uno de los nombres más comunes de la historia, se les hizo visible a los Stigliari y éstos conocieron una de las grandes verdades. Es por esto que el apellido Stigliari gozaba de prestigio, pero sólo entre aquellos que intuían o habían oído rumores sobre el gran Suceso, porque si algo era cierto es que los Stigliari nunca fueron sospechosos de nada, debido en gran parte a la solvencia y responsabilidad con que cada padre de familia de esas ocho generaciones había suministrado ese Secreto. El Secreto podría haber sido un poder, un arma, que podía otorgar mayores riquezas que cuanto dinero hubiera en el mundo. <span style=""> </span>Pero asimismo resultaba inimaginable para la comprensión humana.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Pero la solvencia no había sido la mayor característica de Salvatore, si no la soberbia y la avaricia, la ambición y la prepotencia, y esto había ocasionado que, a sus 70 años, Salvatore estuviera huyendo de un destino, que él en sus más profundas entrañas, era consciente que no podía esquivar. Sabía que pagaría sus errores, tarde o temprano. El propio Salvatore había engendrado la causa de su destrucción, de la caída de todo lo que había construído. No lo pudo ver antes porque su orgullo le cegó, y todos sus secretos, todo su poder, se volvió nulo. Oculto en un pequeño pueblo del sur de Italia, Salvatore se había resignado a pasar sus últimos años, intentando olvidar la masacre que había presenciado. Había visto cómo tres de sus hijos se revelaban contra el resto de Stigliari. Encabezados por el magnánimo y joven Leonardo, que con veinte años era el segundo hijo más pequeño de Salvatore, y junto a sus hermanos Giulo y y Donatus, urdieron un plan perfecto para acabar con los demás y hacerse con los secretos de la familia. Resultaba impensable todavía para Salvatore cómo podían ellos tres conocer el hecho de que la familia debía todas sus riquezas a un solo Secreto, ya que éste sólo era traspasado del cabeza de familia a uno de sus hijos en un acto totalmente discreto. Una vez comunicado el Secreto al hijo elegido,<o:p></o:p><span style=""> </span>éste, por el bien de la familia y la propia integridad del Secreto, debía guardarlo hasta elegir al hijo que llevaría la responsabilidad a partir de entonces y que, por tanto, sería el nuevo cabeza de familiar. Salvatore, por aquellas épocas, todavía no había elegido a qué hijo le conferiría el secreto, aunque ciertamente el que más papeletas poseía era Francesco, el mayor de los siete, que demostraba sobriedad, responsabilidad y gran madurez, y su hijo Dante resultaba un fiero niño con mucha vitalidad y perspicacia en su interior.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Así, el plan de los tres hijos menores de la familia Stigliari se cumplía en una noche, para evitar supervivientes y posibles reorganizaciones. Asesinaron, en menos de ocho horas, a veinticinco personas de la familia Stigliari, con el silencio de la madrugada como único testigo. Salvatore vio cómo su propio hijo, Leonardo, con los ojos sedientos de sangre y poseídos por la ira, entraba en su casa a mitad de madrugada y asesinaba a su mujer y dos de sus nietos, con frialdad y golpes secos y contundentes. Sin dudar, y con la sangre hirviendo en sus venas, carente de sentimientos, le arrebató el Secreto, tan fácilmente como uno respira o da un salto. Puede parecer paradójico para tratarse de un poder con tanta trascendencia, pero el simple hecho de la traición dejaba totalmente vulnerable al Secreto para manos totalmente corrompidas, y Leonardo, con su audacia y habilidad, había actuado mucho más rápidamente que Salvatore, y le había demostrado que su legado estaba llegando a su fin.<span style=""> </span>Con las pocas fuerzas que le quedaban, Salvatore entabló una lucha con Leonardo, pero fue vencido. Francesco, mucho más poderoso, corpulento, y ágil en la batalla que Leonardo, apareció cuando Leonardo se disponía a asesinar al pobre anciano. Leonardo, consciente de sus posibilidades y malherido en el pecho, huyó, con el Secreto bajo su poder, jurando destruirlos a todos y ser el único (dijo único con la ambición poseyendo cada célula de su cuerpo) Stigliari vivo y merecedor del Secreto. Giulio y Donatus se encargaron de los tres hermanos restantes y sus familias.</span></p><br /><a style="color: rgb(255, 255, 255);" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjWFfz52OmAOIkMvCPTDYipNF-G_7dJI75IwvD5gDZuF4a46SaX7aPNrS88MgrGnp2OjuLNJ6iUvIq_NVxRG8GX8y8VtkSRQI2wje9HfSbc1UnmtEVvym-n0EcpXrk0ePLQNzZp8N5NAPI/s1600-h/sangria.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjWFfz52OmAOIkMvCPTDYipNF-G_7dJI75IwvD5gDZuF4a46SaX7aPNrS88MgrGnp2OjuLNJ6iUvIq_NVxRG8GX8y8VtkSRQI2wje9HfSbc1UnmtEVvym-n0EcpXrk0ePLQNzZp8N5NAPI/s320/sangria.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5160663079372066354" border="0" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Durante los siguientes años, Leonardo, Giulio y Donatus buscaron incesantemente a los tres miembros restantes de la familia, Francesco, Salvatore y el joven Dante, pero fue inútil. Giulio era totalmente partícipe de abandonar la búsqueda, no creía que fuera realmente peligrosa la presencia de tres miembros que se habían autoexiliado, pero Leonardo, en búsqueda de la perfección, no quería dejar ningún cabo suelto. Además, Giulio, después de asesinar a la mujer de Francesco, y en una lucha encarnizada con éste, había perdido un brazo y tenía en alta estima al otro como para arriesgarse a perderlo. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Poco más sabía Salvatore. Desde aquella noche, hacía casi diez años, se encargó de ocultarse y llevar una vida tranquila, ordenó a Francesco a salir del país, porque Leonardo deseaba matarlos a todos. No obstante, el pasado volvió cuando los pequeños restos de su don le hicieron notar que había un<span style=""> </span>miembro más en la familia: supo que Leonardo había engendrado a un niño. “Un niño”, había pensado él. Esperanzado por lo que aquello significaba y por la noticia de que Leonardo no tenía constancia de tal hecho, Salvatore se dispuso a darle a aquel niño un futuro prometedor que quizá contaba con la resurrección del apellido Stigliari entre sus cometidos. Pero la vejez y la inocencia pecaron en su lugar. Salvatore había olvidado que Leonardo poseía el Secreto y que, aunque no había recibido instrucciones sobre cómo manejarlo, en los últimos diez años habría aprendido por intuición propia a hacerlo. Y el don que habría adquirido le habría hecho saber que sangre de su sangre estaba a punto de ver el mundo. Fue entonces cuando su vida se volvió una frenética cuenta atrás para poder salvar su apellido, y el futuro de muchísimas personas. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=";font-family:Arial;color:black;" ><span style="color: rgb(255, 255, 255);">No obstante, Salvatore ignoraba demasiadas cosas. Ignoraba que Leonardo era el Stigliari que más había ahondado en el Secreto y que más había profundizado en su don. Ignoraba que Leonardo sabía muchísimo antes que él que en unos meses un hijo suyo vería el mundo. Ignoraba, pese a todo, que cada noche Leonardo se sentaba en el sillón de cuero de su enorme casa de Módena, habiendo previsto todo aquello, con los brazos cruzados bebiendo alcohol seco, con la mirada malévola y la sonrisa torcida, por haber creado otro magnífico plan. Salvatore, dominado por su vejez y alejado de la vivacidad y perspicacia de los jóvenes, se dirigía inconscientemente hacia la muerte, e ignoraba que todo aquello formaba parte de un plan perfectamente elucubrado para atraerlos hacia sí, y destruir, incluido al bebé Leonardo, los últimos resquicios de la familia Stigliari.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-iPInbJ_Hw85IUmz8waLuHl5ey4Tp54vmaEEDfJWjbqX6Xo-WKHu3xWwjKFnljlgIO8CS6zBiMoUtLf49shqmzz1vTC7zCgiiEMPocneWPVLMRKZ-pAW5BFvNZ6r8_I0Pmw-WOnSoF2g/s1600-h/1009%5B1%5D.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-iPInbJ_Hw85IUmz8waLuHl5ey4Tp54vmaEEDfJWjbqX6Xo-WKHu3xWwjKFnljlgIO8CS6zBiMoUtLf49shqmzz1vTC7zCgiiEMPocneWPVLMRKZ-pAW5BFvNZ6r8_I0Pmw-WOnSoF2g/s320/1009%5B1%5D.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5160666760159039074" border="0" /></a><br /><span style=";font-family:Arial;color:black;" > <o:p></o:p></span></p>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-58037231205359617082008-01-21T19:29:00.000+01:002008-01-21T20:54:12.654+01:00El adoquín ensangrentado<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">No podía ser. No era posible y de hecho no había sido así. Daba vueltas, incesantemente por todo el salón. Esquivaba los charcos de sangre. Miraba la hora. Era tarde. Un sudor frío recorría mi espalda y subía hasta mi cabeza. Mi intuición, bien alimentaba por mi don, estaba confusa. Por primera vez. No sabía el porqué de las cosas, Mis ojos, inundados en lágrimas de desesperación, miraban a los ojos vacíos y cristalinamente muertos de Pedro, cuya cabeza estaba completamente partida en dos, como haciendo una uve. ¿Realmente había dicho ‘Melissa’?</span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">El horror sólo duro cinco minutos. Me pasé las sudorosas manos por la cara, intentando esclarecer mi mente y centrarme. Tendría tiempo, mucho tiempo, para reflexionar sobre lo que acababa de oír. La confusión no me permitiría errar como el resto de seres humanos. La herida del brazo me había dejado de sangrar y pocos días habría cicatrizado. Cogí la bolsa y metí la Piedra. Como si nada hubiera sucedido, actué con la seguridad, efectividad y sobriedad con la que había actuado en los demás asesinatos. En un momento dado, metí mi mano en el bolsillo y agarré la figura de madera del delfín, perteneciente a Pedro, para cerciorarme de que continuaba en mi posesión. A continuación, borré cuidadosamente los breves y sutiles restos que podrían haber actuado como prueba. Quince minutos después observé la estancia: Nadie habría podido afirmar que Leonardo Stigliari había estado allí. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">Al igual que en el resto de ocasiones, dejé el cuerpo inerte de cuerpo yaciendo sobre el suelo. Lo encontrarían a los pocos días, con mucha suerte. Nadie conseguiría relacionarlo conmigo y, aunque lo hicieran, no tendrían tiempo para pararme los pies. Pedro era el último de los ocho. Sólo me quedaba hablar con mi padre, mi verdadero y homónimo padre, y atar los últimos cabos de la Gran Misión que me había encomendado Melissa. Una vez lo hiciera, no podría temer a nada. Ni a la Justicia. Ni al resto de seres humanos. Ni al tiempo. Ni a la muerte. Pronto sería yo el principal responsable de las energías del planeta. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">Bajaba toscamente las escaleras. El mármol inmaculado producía un sonido placentero y tranquilizador al contacto con mis zapatos. La bolsa en la que llevaba la Piedra estaba completamente manchada de sangre, aunque sólo por dentro. En el rellano del portal, unos metros antes de salir por la puerta, me miré al espejo. Y una decepción profunda y electrizante utilizó mi cuerpo como vías de transporte. Mis ojos aún tenían restos de las lágrimas que no brotaron. Unas sombrías ojeras contorneaban la figura de mis ojos, que se hallaban rojizos y pequeños. Mi mirada, antes desafiante, penetrante e indeleble, sólo conseguía transmitir desesperación, como la que un niño siento cuando le castigan sin merecido. Completamente despeinado, la vigorosidad de mi pelo se había vuelto a lo menos nula; mi piel, siempre tan sana, bronceada y suave, ahora era completamente rugosa, pálida con sutiles tonos amarillentos y una fina capa de hediondo sudor. Incluso observe una curvatura de mi espalda, más pronunciada de lo normal, como si fuera un minúsculo ser despreciable y odioso. ¿Dónde estaban la elegancia, la compostura, la nobleza? </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">No sabría decir el tiempo que estuve de pie allí, sujetando con los dos brazos la Piedra envuelta en la bolsa, esperando quizá una señal que acabara con mi decrepitud. Pero lo cierto es que salí de mi ensimismamiento cuando un joven, de unos 30 años, cabizbajo y de mirada inocente, al parecer noble y un atlético cuerpo, entró en el portal. Jugaba en sus manos con las llaves. Parecía venir de un duro día de trabajo. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">En cuanto alzó la mirada, y me vio allí, se detuvo. Noté, por unos breves instantes apenas perceptibles, un ambiguo atisbo de reconocimiento en sus ojos. Como si fuera un amigo de su infancia, y me reconociera tras muchos años sin haberme visto. Como si me hubiera conocido de joven y ahora hubiera envejecido veinte años, conservando aún así los rasgos faciales que me definían. Pero no, no conocía a aquel hombre. Nunca olvido un rostro, y aquella era la primera vez que ese hombre y yo estábamos juntos en el mismo lugar. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">Aparté la mirada del espejo, de mi decrépito rostro, y le miré a los ojos. Él miró directamente la bolsa. No sentí pánico, controlaba perfectamente esas situaciones y sabía lo que tenía que hacer si aquel joven se ponía estúpido y buscaba su pronta muerte. Sonrió. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">– Buenas. – Se limitó a decir cordialmente.</span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">Reanudó la marcha y subió los tres escalones que nos separaban. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">– Nunca te había visto por aquí </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">Nunca me había visto por allí. Me había tirado a Sonia tres pisos más arriba, acababa de matar a su vecino hacía menos de una hora, pero no, aquel tipo jamás me había visto por allí. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">– Sí, es la primera vez que vengo – Mentí. – Pensé que aquí vivía un amigo mío y me equivoqué de urbanización.</span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">Volvía a mirar la bolsa una y otra vez, como si le perturbara su sola existencia. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">– ¿Qué hace usted aquí? – Su pregunta no pretendía importunar, más bien al contrario. Parecía que aquel tipo intentaba conectar conmigo, hacer buenas migas. Su cortesía y sus sonrisas daban fe de ello. – Bueno, más que nada porque es imposible entrar a no ser que te abran desde dentro. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">– Sí, así es. No recordaba el piso ni el portal de mi amigo. Sabía que vivía en una de estas urbanizaciones pero… me falta todavía encontrar cual. La señora del tercero me abrió amablemente cuando le expliqué mi situación. Pensé que podría encontrar en los buzones su nombre, pero nada. Parece que me he vuelto a equivocar de sitio. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">Fingí, de una manera totalmente creíble, todo sea dicho, una frustración y un descontento totalmente inocuos. Si aquel hombre podía ser cortés, yo no desentonaría. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">Sonrió y me dijo:</span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">– Si quieres te puedo acercar a la urbanización de tu amigo. Podemos ir más rápido en coche. – Su amabilidad no dejaba de asombrarme. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">– Oh, no – Exclamé – Gracias, gracias, pero me sabría extremadamente mal si hicieras eso. Además, ya es tarde, creo que pospondré la visita hasta mañana. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">Una mueca de decepción apareció en su rostro. Definitivamente, aquel hombre no tenía gana alguna de llegar a su casa. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">Cuando ya pareció que me dejaría ir, me preguntó:</span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">– ¿Qué llevas en esa enorme bolsa? – Extrañado, prosiguió, volviendo a sonreír con esa expresión a la que ya me había acostumbrado – ¿Una cabeza de un muerto? – Y estalló en una breve risotada.</span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">Reí brevemente con él, mientras pensaba “Algo así…”</span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">– Sólo adoquines que necesitaba mi amigo para su trabajo. Es albañil, ¿sabe?</span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">Hizo un gesto de aprobación con la cabeza, y extendió los brazos como para que le dejara la bolsa. Le miré con cierta tensión, porque no quería que cometiera una estupidez. Para no llamar más la atención, le presté la bolsa. La cogió con las dos manos, y tanteó el peso. Observaba detenidamente el líquido que era la sangre en el interior. No tenía ni idea de qué podía ser. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><i><span style="font-family: Arial;">Si abre la bolsa, le mato.</span></i><span style="font-family: Arial;"> </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">Aunque aquello sonara simple, matar a aquel hombre supondría una ruptura de sus esquemas y, probablemente, al fin de su carrera. Conservé la expresión del rostro sin apartar la mirada de sus manos. No tenía ningún sitio donde llevarlo y subirlo tres pisos hacia arriba sería demasiado contundente. Tanteó la bolsa, dándole vueltas. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">Sonriendo una vez más, me devolvió la bolsa. Dejé de apretar la mandíbula. ¿Habría notado que era solo una enorme roca?</span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">– Un adoquín bastante bruto, ¿no?</span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">– Sí, mi amigo aún tendrá que darle forma.</span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family: Arial;">Ambos haciendo un gesto con la cabeza, sonreímos y nos despedimos. En 5 minutos estaba en el coche camino de mi casa y preparar lo siguiente. Una vez llegara, comenzaría a reflexionar sobre porqué Pedro había mencionado el nombre de Melissa antes de dormir, y la relación que podrían mantener. Según pasaban las luces de las farolas por la luna del coche, mis pensamientos tornaban más turbios y pesados. Nada de aquello tenía sentido. Pedro había suplicado por su vida. Como todos los demás. Pero él había hecho alusiones a algo completamente nuevo. Me había dicho que no cometiera el error que cometió él, que no me dejara engañar. Que no <i>destruyera mi vida así.</i> Inevitablemente sólo conseguía relacionar estas palabras con Melissa y una posible gran mentira. Pero no tenía sentido. Melissa siempre había sido transparente conmigo. </span><o:p></o:p></p> <u1:p style="color: rgb(255, 255, 255);"></u1:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; color: rgb(255, 255, 255);">Mientras tanto, Axel Dennis se mantuvo quieto durante unos segundos viendo la marcha de aquel hombre. Estalló en una profunda y sana risa interior al verle marchar, con su caminar con dejes de elegancia soportando un enorme adoquín dentro de una bolsa. Le había hecho una enorme gracia el casual encuentro con aquel hombre. Un día extremadamente duro de trabajo y, al llegar a casa, se encuentra con un hombre desconocido con no muy buen aspecto físico que lleva una bolsa en la mano y que dice tener un amigo albañil que reside en uno de los barrios más opulentos de la ciudad. Le llamó especialmente la atención su apariencia, estaba tranquilo, aunque su cuerpo parecía sufrir una excitación enorme. Parecía sacado de una película, y aquello le había animado el día. Aquel hombre le había transmitido buenas vibraciones, sentía que tenía tras de sí una vida que contar y él habría estado dispuesto a escucharla si se lo hubiera permitido. Pero había obtenido una negativa ante la propuesta de llevarlo a casa de su amigo el albañil. Axel sonrió como no había sonreído en muchos años. Se dispuso a subir dos pisos andando para ver a su más que amargada mujer. Sonreía por muchas cosas. El hombre del adoquín en bolsa le había traído grandes recuerdos, poseía un enorme parecido con el rostro de un hombre al que no había parado de buscar durante años. Y entonces, mientras subía las escaleras, no dejaba de sonar en su cabeza el nombre de Dante.</span><span style="color: black;"><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=";font-family:Arial;color:black;" ><span style="color: rgb(255, 255, 255);"> </span><i style="color: rgb(255, 255, 255);"><span style=""></span></i><o:p></o:p></span></p>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-89380996882944774772007-12-27T00:26:00.000+01:002007-12-27T02:21:13.553+01:00El Viaje (I) : La Partida<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Debía coger el tren que partía hacia <i style="">Roma </i>a las 11:00 a.m. Quedaban 7 minutos. Con el bebé sobre un brazo, y las maletas tirando del otro, la movilidad del anciano era reducida. Los andenes de la enorme y oscura estación de <i style="">Nápoles</i> confundían la mente cansada del anciano. Por un momento quiso acercarse a información, pero la ingente cantidad de personas se lo impedía. Le arrastraban, le empujaban, y ni siquiera le pedían perdón. El bebé, lejos de llorar, le lanzaba miradas de incomprensión al pobre anciano.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Paró para descansar, entre los andenes 10 y 11, en una columna. Posó las maletas allí, tratando con sumo cuidado al bebé. Con la mano libre, intentó sacar de la gabardina color crema el sobre donde estaban los billetes y el itinerario a seguir. El tren salía desde <i style="">Nápoles</i> a las 11 de la mañana, y llegaba a <i style="">Roma</i> a las 12:20. Allí estarían esperándole el joven Dante y su padre Francesco para coger el siguiente tren hasta <i style="">Boloña</i>. Durante el trayecto, les daría el dinero, y el sobre con las instrucciones. Gracias a Dante y a Francesco, el anciano podría sacar al bebé del país. A las 15:10, hora de llegada a <i style="">Boloña</i>, cogerían los tres juntos un último tren que llegaría, media hora después, a <i style="">Módena</i>, su destino final. Visto así no parecía tan difícil. No sabía cómo se había negado, a llevar a cabo un proyecto de tanta importancia. Él era viejo, terco, soberbio, con nada que perder, pero con un gusto exacerbado por la estabilidad. Emprenderse en un viaje hasta el norte de Italia, sacándole de su adorable y pequeño pueblo<i style=""> Montesarchio</i>, le pareció, en un principio, una idea extremadamente absurda. Pero poco tardaron en recordarle su pasado y su obligación para con aquel bebé. No le importó hacer la maleta en pocas horas, y partir al día siguiente hacia Nápoles para recoger al bebé, recién nacido 3 días antes.<span style=""> </span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Se secó el sudor de la frente. En su rostro se observaba el cansancio que arrastraban sus 70 años. Extrayendo fuerzas de una fuente invisible, el anciano volvió a coger las maletas, y se encaminó a la búsqueda del andén correcto.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">10:55 a.m.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Sólo cinco minutos y el tren partía. Agarrando con firmeza al bebé, corrió como pudo. Alzando con lentitud y flaqueza las delgadas piernas, con las maletas en alto y el bebé pegado al pecho, y resoplando enérgicamente con la respiración peligrosamente acelerada. Con este infinito esfuerzo, el anciano consiguió visualizar en la pantalla del pasillo central, el andén correcto del tren 6527 que partía hacia Roma a las 11:00 a.m. Lo más increíble de todo, consiguió llegar. Con el rostro tremendamente enrojecido, bañado por completo en sudor y la gabardina arrugada<span style=""> </span>el cuadro que el bebé y el anciano hacían era cuanto menos que cómico e hilarante. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Diez minutos después el anciano descansaba con el bebé entre los brazos en el asiento asignado, esperando a que el tren partiera.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– ¿Por qué no sale? El billete indica claramente que el tren parte a las 11. Y son las 11:07, de mi reloj. – Hablaba con ternura, con un deje de ira, dirigiéndose al bebé. – La próxima vez me tomaré más calma para llegar. Y si el tren no está cuando yo llegue, se encontrarán con una demanda. – Fue alzando la voz mientras decía estas palabras. La señorita del asiento de al lado, le miró con arrogancia, por encima del hombro, previendo, seguramente, el viaje que le daría aquel hombre. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">El anciano acarició al pequeño, que apenas sonrió.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– En poco, todo habrá acabado, hijo. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Para el bebé, allí tumbado, gozoso, casi durmiendo, aquel viaje no significaba nada. Para el pobre anciano, era un enorme suplicio. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Pocos minutos después, el tren comenzó a moverse. El viejo evitó dormirse durante todo el trayecto, aunque observando la plácida cara del bebé mientras dormitaba, era casi imposible. Se entretuvo mirando los pasajes, bastante sobrios y fríos para la época, por la ventana. Una hora y veinte minutos después, el tren llegó a su destino. Como pudo, se levantó, aguantando al bebé en brazos, y agarrando las maletas. Salió del tren y se dirigió al hall de la enorme estación de Roma. El bebé seguía durmiendo. El anciano pensaba que si todos los bebés del mundo fueran tan silenciosos como aquel, el mundo sería un lugar mejor. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Sentados en un banco, apartados del bullicio y el desorden del hall, estaban Dante y Francesco, esperando al anciano. Francesco se había estado entreteniendo leyendo el periódico del día, con un sombrero color lila en bajo el brazo. Por aquel entonces tenía 35 años, aunque aparentaba muchos menos. Su rostro, impecable e inmaculado, sin apenas ninguna arruga, y un bigote elegante y sutil, se mostraba totalmente inexpresivo y frío. Amanerado, Francesco vestía frecuentemente con frac, siempre de tonos oscuros y a rayas, y de caras marcas. Su hijo Dante, un joven y apuesto chico de 14 años, mostraba un profundo respeto por su padre. No sabía muy bien lo que era la vida para un joven de su edad; desde la muerte de su madre tres años atrás, no había parado de viajar por toda Italia con su padre.<span style=""> </span>No duraba más que un par de meses en cada ciudad, y por ello, no podía desarrollar amistades. <span style=""> </span>No obstante, a Dante aquello no parecía importarle. Se había criado siempre en la soledad, y su padre, como una de las mejores muestras de independencia y seguridad que hubiera visto jamás, era su ejemplo a seguir. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Al anciano le costó visualizar la situación de Dante y Francesco, pero lo consiguió. Se acercó a ellos, y se sentó a su lado.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Francesco, al verlo, se levantó suave y elegantemente, para saludarlo. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– Hola – Pronunció con dulzura el anciano – ¿Me ayudas con el bebé? No puedo más.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Francesco agarró al bebé con cuidado, y le hizo una seña a su hijo para que cogiera las maletas del anciano. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– ¿Cómo estás, papá? – Preguntó Francesco – ¿Un viaje duro?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– ¿Duro? ¡Duro es poco, hijo mío! – Exclamó – Hace dos días que no duermo nada. Desde que recibí el mensaje, todo ha sido una carrera contrarreloj muy asfixiante. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– Comprendo… – Dijo Francesco, acariciándose la barbilla. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– ¡Oh! – Exclamó el anciano dirigiéndose al joven – ¡El pequeño Dante! No te veía desde el día en que naciste. – La sonrisa dulce del anciano, sonsacó una breve sonrisa a Dante – ¿Cómo estás, pequeño mío? – Le abrazó – ¿Tú también vienes?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Dante afirmó. El rostro del anciano se tornó oscuro y sombrío. Dirigió su mirada hacia Francesco y, sabiendo éste cuál iba a ser la pregunta, se adelantó y dijo:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– Corre más peligro sin mí que conmigo, padre – Dijo Francesco, con cierto deje de temor en su voz.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">El anciano meditó durante unos momentos. Luego, preguntó:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– ¿El pequeño lo sabe todo?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– No, todo no – Respondió Francesco – Pero sabe gran parte de la historia y cuál es el porqué de todo esto. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– No sé qué pretendes conseguir trayendo al muchacho contigo, hijo – Le reprochó el anciano. – Esto es peligroso. Si le pasase algo…<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– ¡Da igual, padre! – Exclamó Francesco, acercándose a su padre, con algo de desesperación en sus ojos – ¿Cuántos crees que saldremos vivos cuando esto acabe? <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">El anciano meditó mirando al vacío. Había visto como su familia se había ido desintegrando en los últimos años. ¿Cuántos quedarían vivos después?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– Una vez el niño salga del país, vendrán a por nosotros, papá.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– Ya lo sé, Francesco, ya lo sé. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– No quiero seguir huyendo… – dijo Francesco<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– Tampoco has estado huyendo todo este tiempo, has estado cazando. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">El tono tajante con el que el anciano pronunció aquellas palabras puso fin a la conversación. El silencio reinó durante unos segundos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– Ahora debemos sacar al bebé del país. – Espetó el anciano – Leonardo lo estará buscando desesperadamente. Y seguro que él no se para a mantener conversaciones tan absurdas como ésta. – <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Francesco se puso el sombrero. Dante, sin pronunciar una palabra, se acercó a su padre. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– El tren parte en diez minutos, padre – Dijo Francesco – Vamos al andén.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Cruzaron de nuevo el Hall de la estación, hasta llegar a las consignas. Francesco sacó el dinero para pagar los billetes. Aprovechó el momento,<span style=""> </span>para entregarle el bebé al joven Dante, diciéndole:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– A partir de ahora llevarás tú el bebé. Ya sabes la importancia que tiene, no te separes de mí, y no dejes que nada malo le ocurra.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">Dante afirmó, con seguridad.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">El anciano se puso a la cabeza de los tres, esperando la cola. En la cabina, una hermosa joven les atendía:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– Hola, señorita – Pronunció lentamente el anciano. – Viajamos a Boloña.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">La chica le sonrió, como agradeciendo su amabilidad. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– ¿Me podría prestar su documento de identificación, señor?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">El anciano afirmó sonriente, y sacó su documento. Asimismo, cogió los de Francesco y Dante. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">La joven los cogió con dulzura, y comenzó a teclear en el ordenador.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– Salvatore – Dijo – Es un nombre precioso.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– Gracias – Respondió el anciano.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– ¿Se considera usted un salvador? – Bromeó ella, sonriente<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">El anciano meditó durante unos instantes.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– Sí, soy una especie de salvador.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">La chica se rió brevemente y con mesura. Luego, preguntó:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– ¿Cuál es el destino?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– Boloña, señorita.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– ¿Cuántos billetes desea, señor?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– Somos cuatro. Mi hijo, y dos nietos, aunque uno de ellos todavía no es una persona. – Bromeó.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;"> – Serían tres billetes de adulto, señorita.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">La joven continuó tecleando. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– ¿Stigliari? – Dijo ella, extrañada – ¿Qué es? ¿De<i style=""> Firenze</i>?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– No lo sé muy bien, señorita – Respondió el anciano con dulzura – Ese apellido es tan viejo y está tan perdido que cuesta saber sus orígenes – Y rió, con dificultad.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– Han tenido suerte – Dijo la joven sin dejar de mirar la pantalla del ordenador – Hay plazas libres. Por estas épocas nadie va al norte, ir hacia allí es una locura, hace un frío aterrador, y más con el temporal que se avecina.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">– Ya lo sabíamos – Sonrió el anciano.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-family:Arial;">La chica, algo sorprendida, les cobró. El anciano cogió sus billetes. Se despidió de ella con una sonrisa. Francesco, al pasar, se quitó el sombrero a modo de saludo. Dante se limitó a arquear las cejas y el bebé simplemente dormía. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=";font-family:Arial;color:black;" ><span style="color: rgb(255, 255, 255);">Poco más de diez minutos después, Salvatore, Francesco y Dante Stigliari, con el bebé en brazos, cogían el tren hacia Boloña.</span> <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=";font-family:Arial;color:black;" ><span style=""> </span><o:p></o:p></span></p>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-40686495176679020682007-12-18T23:18:00.000+01:002007-12-18T23:29:19.688+01:00Sincérate, Pedro<p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >- <b>Desde el día de mi undécimo cumpleaños comencé a identificaros, Pedro.<o:p></o:p></b></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >- ¿Có…cómo dices? – Preguntó, extrañado, atemorizado. – ¿Identificar qué? ¿Identificar a quién? <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Se mantuvo inmóvil. Me miró con una mezcla de incomprensión y piedad. ¿Resultaba tan obvio era lo que iba a ocurrir? No sé muy bien lo que debió pensar Pedro en aquellos momentos, pero lo que estaba claro era que fuera cual fuera su posición, aquello no iba a fallar. Me acerqué a él lentamente, casi susurrándole, le dije:<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– Identificaros a ti, Pedro, y a los que son como tú. – Arqueó las cejas – A los que son como yo. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– ¿Qué dices, Leonardo? – Fingió una tosca sonrisa – ¿Tan borracho vas?<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– Creo que sabes lo que va a pasar, Pedro – Dije, con un tono que pretendía transmitir lo lamentable que le iba a resultar a él esa situación. – Creo que lo sabes.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Pedro lo sabía, eso era innegable. En el más profundo rincón de su ser, algo le decía que él estaba allí para morir a mis manos. Por el secreto que escondía. Pero entonces la voz de la razón le decía que era imposible que yo pudiera conocer su existencia. Siempre lo había llevado con suma cautela, y en los últimos años no había dado muestras de poseerlo. Aunque tampoco lo necesitaba. Seguramente en su cabeza aparecieron las palabras “traición” y “mentira”. Y realmente estaban cerca de la definición de aquella situación.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Pedro dejó caer el vaso al suelo. Estalló en mi cristalitos que se repartieron por el suelo del salón. El poco whisky que quedaba en el vaso salpicó sus cuidados zapatos. Me miró con temor.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– ¿Qué haces aquí, Leonardo? – Preguntó.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– Creo que sabes a lo que he venido, Pedro. – Dije, con cierto pesar.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– ¿Cómo cojones lo has sabido? – Dijo con frustración. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >–<span style=""> </span>Eso no importa…<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Metí la mano en mi bolsillo derecho. Agarré con fuerza el puñal que llevaba escondido. No lo saqué. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– No tienes porqué hacerlo, Leonardo… – Dio unos pequeños y torpes pasitos hacia atrás. El suceso era inminente. – De verdad que no tienes porqué hacerlo.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– Sí que tengo, Pedro. Sabes perfectamente el porqué y para qué. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Comenzó a ponerse algo nervioso. Las piernas le temblaban, y un sudor frío recorría su piel. Su mirada, perturbada, no conseguía fijarse en un único sitio. Navegaba por todo el salón buscando una salida para salir de aquel meollo. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– Sé que cometí graves errores en el pasado, y te juro que me arrepiento muchísimo, pero ésta no es ni la solución ni el castigo adecuados. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– Esto no trata sobre tus errores, esto va mucho más allá. – Aclaré. – Aunque te lo explicara no lograrías entenderlo. Tu padre también cometió delitos gravísimos y no murió por esa razón.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– ¿Qué coño sabrás tú de mi padre? – Preguntó, agresivamente.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– Probablemente más que tú.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Hubo un silencio incómodo. Después, Pedro, intentando reponerse, dijo:<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– ¿Para qué quieres hacerlo? – Preguntó, casi gritando – Esto no tiene nada que ver contigo. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Sonreí. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– ¿Ah, no? ¿Qué crees que nos diferencia, Pedro? – Silencio. Me miró durante unos segundos sin saber qué contestar. Proseguí – La inteligencia, la perspicacia, mi tenacidad. – Agresivamente, me acerqué a él – Mi don y el tuyo no son tan diferentes, pero gracias a que he sabido moverme, esta noche yo seguiré vivo… y tú no. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Pedro parecía no comprender nada, y tampoco lo esperaba. Siempre había demostrado tener poca inteligencia.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– ¿De qué don hablas? – Preguntó – ¿Hay más como yo? <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– Exactamente siete más. – Sus ojos, totalmente incrédulos, me miraban con atención – Pero ahora mismo sólo quedamos tú y yo. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Ladeé la cabeza y sonreí. Macabramente, incluso. Sentía algo llamado felicidad en mi interior. Pedro se asustó al ver mi sonrisa, comprendió que, por muchas palabras que dijera, no conseguiría cambiar nada. Notaba en mi mirada que yo estaba dispuesto, sí o sí, por las razones que fuera, a acabar con su vida aquella noche. Lo había hecho con siete personas más, Pedro no iba a ser alguien distinto. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Adivino que en esos momentos las dudas afloraron la cabeza de Pedro. ¿Quién sería yo y porqué querría hacer eso? ¿Por qué había otros siete y nunca se lo dijeron? Los errores que Pedro había cometido, de los cuales yo no tenía ningún tipo de información en ese momento, habían sido graves, y él lo sabía. No tenían nada que ver con lo que yo estaba haciendo en ese momento, pero, de algún modo u otro, me afectaban. Pedro sabía que le habían traicionado, que si no era por eso, era imposible que yo hubiera sabido quién era. Pero no sabía quién. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– ¿Cómo diste conmigo?<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– Fue una total coincidencia. Tuve una úlcera, pensé que moriría, y me curaste. Poco después, cuando abrí uno de los ocho sobres en los que tengo la información sobre vosotros, vi que tú podías ser uno de ellos. Y así fue. Te identifiqué. Miré la información del sobre varias veces, no podía creerlo. Y allí estabas. Te identifiqué una y otra vez. Y sí, eras tú. Fue una coincidencia que todavía me cuesta creer. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >A juzgar por su cara, debió creer que le estaba mintiendo. De todas formas, eso no importaba demasiado. Debía proceder o se me haría tarde. Pedro debió ver cómo me decidía a actuar porque arremetió contra mí con un duro golpe. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Salió corriendo hacia la puerta. Comencé a cabrearme, y a Pedro no le iba a gustar verme cabreado. Con un deje de frustración en la mirada, le perseguí. Antes de que pudiera abrir la puerta, le agarré de la camisa. Se dio la vuelta y de un golpe me tiró al suelo. Comenzó a darme patadas en el vientre. En una, le agarré la pierna y lo tiré al suelo.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Me incorporé, y le miré con una sonrisa, y la boca ensangrentada:<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– ¿Es que acaso piensas que me duele? <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Desde allí, me miró con frialdad.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– No lo hagas, Leonardo… Aún puedes elegir. A mí me han traicionado, no dejes que a ti te ocurra lo mismo, o acabarás como yo. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– Ya es tarde para decir eso, Pedro…<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Saqué el puñal y sin dudar, por el dolor, me lo clavé en el brazo, en el mismo lugar que siempre. La sangre comenzó a brotar. Pedro miró ensimismado la sangre y luego me miró a los ojos.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– No lo hagas, por favor… – Me suplicó. – No destruyas tu vida así. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Dejé salpicar la sangre del puñal sobre pedro. Estiré mi brazo y le empapé la cara. Sus ojos, teñidos de rojo, me miraban, atontados. Su respiración se volvió rápida, forzada. Cayó tumbado al suelo. Me tapé la herida y fui al baño a limpiármela. Bajé al coche, y cogí la roca cuadrada que tenía guardada allí. Me costó subir los 3 pisos sin ascensor con ella en la mano. Cuando llegué al piso de nuevo, Pedro estaba en el mismo sitio. En el suelo, fuera de su bolsillo, había una pequeña figurita de madera, tallada a mano, que representaba un delfín. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Me agaché y la cogí. La miré detenidamente durante unos instantes.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– Otra más para mi colección. – Me dije. Y la guardé en el bolsillo.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Terminé mi vaso de whisky, y me dispuse a terminar el trabajo. Cogí la roca y la levanté por todo lo alto, con mis brazos en alto. Pedro, como sedado, y con los ojos idos, intentaba mirarme. Estaba justamente delante de él, proyectando mi sombre sobre su cuerpo. Articulaba sonidos extraños, pero no le entendía ni una palabra. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– Leonardo… – Balbuceó. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Intentó decir algo, pero no conseguía entenderlo. Repetía el mismo sonido constantemente. Parecía haber descubierto algo, pero no era capaz de decir qué era. Haciendo un esfuerzo inconmensurable, Pedro mantuvo su mirada fija en mí. Articuló perfectamente tres sílabas, y luego volvió a balbucear. Mi corazón dio un vuelco y se empequeñeció. Mis pupilas se hicieron enormemente pequeñas, y sentí un escalofrío recorriendo toda mi columna vertebral, hasta el punto de que mis brazos temblaron y no pude aguantar la roca. <span style=""> </span>Cayó sobre su cabeza. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >Me agaché rápidamente, y asustado, grité en alto, al lado de lo que era su aplastada cabeza:<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; color: rgb(255, 255, 255);"><span style=";font-family:Arial;" >– ¿Has dicho ‘Melissa’? – No obtuve respuesta. Le golpeé en el torso con el pie – ¡Responde, hijo de puta!<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify;"><span style=";font-family:Arial;color:black;" ><span style="color: rgb(255, 255, 255);">Pero Pedro ya estaba muerto.</span> <o:p></o:p></span></p>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-43356215684831901472007-12-12T22:50:00.000+01:002007-12-13T00:01:30.627+01:00Condénate<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> Apretó el nudo de la corbata, y se atusó el pelo que él consideraba despeinado. Su novia, dentro de la ducha, le hablaba:</p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Creo que podríamos ir a cenar más que al teatro. – Dijo ella entre el sonido incesante de las gotas.<span style=""> </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- O también podríamos cenar, e ir luego al teatro. – Puntualizó él, mientras desistía de peinarse con las manos, y optaba por buscar el peine. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- No hay tanto dinero, cariño. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Eso es lo que tú crees – Dijo sonriendo – Mañana me dan la paga de navidad. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¿De verdad? – Exclamó ella – <span style=""> </span>¿Y por qué no me lo habías dicho?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span> Se dio la vuelta y se miró en el espejo alargado de la ducha. Realmente estaba atractivo aquel día. El frac, la camisa, la corbata, y el pelo perfectamente peinado. Nada fallaba. Sí, irían a cenar, y luego al teatro. No merecía menos. Él no merecía menos. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span> Ella salió de la ducha. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Dame la toalla, cariño.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span> Así lo hizo. Después de 3 años, aún le sorprendía la dulzura con que le trataba ella. Le sorprendía porque quizá a esas alturas ya no lo merecía. Ella se secaba el pelo, veía como le iba cayendo sobre la espalda.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¿Nunca te han dicho que tienes <b style="">una espalda preciosa</b>, Sonia? – Le dijo.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Ella se limitó a sonreír. A sonreír con dulzura. Sus piernas, delicadas, de piel suave, pero a su vez consistentes. Sus pechos, del tamaño ideal para él. Su vientre, refinado hasta decir basta. Su sexo, con su vello erizado por el frío, haciendo pequeños huracanes sobre su piel, desprendiendo ese olor tan dulce y tierno, que tanto le encantaba. Ella estaba hecha para él, estaba claro, no podía estar con otro. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Así, ¿dónde iremos a cenar, mi vida? – Preguntó Sonia.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Pues…. – Encogió los hombros. Puso una cara graciosa, y luego susurró lentamente, con tono seductor – Donde la señorita diga. – Sonia sonrió. – Voy a tocar un rato el piano, cariño, te espero en el salón. Date prisa, que el teatro es a las 22:30. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span> Pedro salió por la puerta del baño y dejó a Sonia con la toalla en la cabeza, secándose el cuerpo. Ella tenía una sonrisa en la cara. Le amaba. Amaba a Pedro con todas sus fuerzas, no se le pasaba por la cabeza en ningún momento la idea de perderle. Desde el principio, le había entregado todo su cariño. Y había hecho todo lo necesario para que saliera bien, para que no hubiera errores. Y le había ido gratamente. Sonia era una persona inocente, pero entregada. Y Pedro era lo más importante que tenía dentro de su vida. Hacía un año que vivían juntos, y no podía ser más perfecto. Además, Pedro había ascendido en el trabajo hacía pocos meses e iban desahogados de dinero. Aunque ello conllevase que Pedro tuviese que estar algunos intervalos de tiempo en el extranjero. Aún así, aquello era la vida con la que Sonia siempre había soñado. Pronto vendrían los niños, pensaba ella. Pensaba ella…</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span> Mientras tanto, Pedro tocaba el piano en el salón. Tocaba una altiva melodía de Schubert, con delicadeza, con mesura. Aquella era la paz que necesitaba. Había vuelto dos días antes de Bolonia, y estaba realmente cansado. El estrés del trabajo había hecho mella en él. Y no sólo eso. De verdad tenía sentimientos por Sonia, de verdad la amaba. Pero, ¿a qué precio? Por fin se había convertido en aquello que su padre siempre negó que se convertiría: un hombre de éxito, apoderado, ambicioso y poderoso. Tenía más que cualquier sueño de cualquier joven. Podía conseguir casi a cualquier mujer, y podía poseer cualquier nuevo aparato revolucionario, blandiéndose así con la alta burguesía. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Años más tarde, dos metros a la derecha del piano, en aquel mismo piso, con Leonardo delante a punto de matarle, Pedro se daría cuenta de que la ambición le había cegado la vista. Nunca se preguntó hasta dos minutos antes de morir cómo pudo dejar escapar a Sonia, cómo pudo dejar que su vida se fuera por la borda y acabar donde acabó; cómo pudo acabar, humillado, como a todos a los que había humillado él. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">En ese momento sólo importaba Schubert. El piano. La música. La paz. Vio a Sonia salir del baño, aún con la toalla en la cabeza, pero al menos ya en ropa interior.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Cojo la plancha, me visto y nos marchamos, cariño – Sonia puso su típica cara de disculpa. Era tan dulce. – En 10 minutos estamos en el coche. – Y le guiñó un ojo. <br /></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span> Pedro, en el fondo, era buen hombre. Con sus dudas, sus miedos y sus errores. Un buen hombre. Un buen hombre que pudo elegir el camino correcto, y no lo hizo. Porque su arrogancia pudo más que su voluntad. Sonia era un prototipo de chica que, a la vista de Pedro, podría haber sido perfecta. Eso, diez años antes. Se había acostado con Sonia miles de veces, y nunca había hecho el amor con nadie como lo había hecho con Sonia. Aquello era mágico, desde luego. Pero Pedro ya no se sentía bien, porque había errado. Había manchado su corazón, y la imagen y el amor de Sonia consigo. Es casi imposible determinar donde comenzó todo, pero el atisbo más lejano de la decadencia de la relación de Sonia y Pedro se encuentra en este punto. Aquella noche. Frente al piano. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span> Sonia se acercó a Pedro, ya peinada y con el vestido puesto. Se sentó sobre sus piernas, y le abrazó. Le rozó la nariz, mientras le sonreía. Le besó. Le dijo que le amaba. Y Pedro sonrió.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Aún tenemos hora y media para cenar y llegar a la ópera – Susurró picaronamente Sonia – Podemos hacer el amor…</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span> Pedro no se merecía una chica así.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Es que me he peinado, Sonia… - Dijo Pedro. Realmente le apetecía. Su pene estaba casi erecto, pero cada vez que lo pensaba un pequeño cristal se rompía en su corazón. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Bueno, pues te vuelves a peinar – Sonia le besó el cuello. Luego la oreja, y le susurró al oído – Hace dos semanas que no lo hacemos, mi vida…<span style=""> </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span> Sólo hacía tres días que Pedro no se acostaba con nadie. Una gota gorda bajaba por su cerebro. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- No, Sonia, de verdad. – Espetó Pedro.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¿Te ocurre algo? – Preguntó, preocupada. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span> Pedro dudaba entre sí decírselo, o callárselo. No creía que le hiciese mucha gracia a Sonia saber que su novio se había acostado con un par de prostitutas en la vieja Italia. No, no le diría que fueron un par de prostitutas. Le diría que fue una doctora del congreso. Eso quedaba mejor. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span> Pero realmente era triste que tuviera que mentir sobre una verdad que quizá ocultaría. Iba a ocultar algo de lo que él mismo se avergonzaba. ¿No era Pedro el hombre burgués, apoderado y ambicioso? ¿Y se acostaba con prostitutas? ¿No podía conseguir él cualquier mujer?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Cuéntame qué te pasa, Pedro – Suplicó Sonia – Te conozco, sé que te pasa algo.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span> Buscó una respuesta en sus ojos, cambiando la mirada de uno a otro constantemente. Si le hubiera conocido realmente, sabría que Pedro, al menos en ese punto de su vida, era un fantoche. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span> Sonia habría escrutado en su mirada que el congreso de estomatología al que había acudido Pedro había sido un completo y estrepitoso fracaso. Que Pedro, consciente de su nerviosismo completamente ascendente y su estrepitosa inseguridad, había sido incapaz de participar y a mitad del congreso había abandonado la sala. Que, sintiéndose fracasado, se había emborrachado. Que aquella noche durmió en un hotel de mala muerte, en vez de en el hotel de 5 estrellas que le había reservado el hospital. Que contrató a dos prostitutas. Que se acostó con ellas. Que se echó a llorar antes de dormir porque de aquel congreso dependía el ascenso que Sonia creía que le habían dado hace meses. Y lo tiró por la borda.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span> Obviamente Sonia no encontró todo eso en su mirada.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Te echaba mucho de menos, Sonia, sólo era eso – Mintió, furtivamente, Pedro. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span> Era consciente de que era un cobarde. Había optado por el camino de la mentira, y eso le llevaría a estar cinco años después en ese mismo salón con el cráneo y los sesos aplastados por la enorme piedra de Leonardo. Pedro tuvo la opción de salvarse, de redimir sus errores y los de otras personas, de cambiar el destino del universo. Pero optó por la cobardía. Optó por condenarse a sí mismo. Fue el único momento en la vida de Leonardo que alguien pudo trastocar matemáticamente sus planes. Y Pedro lo desaprovechó. Fue cobarde. Cobarde como el padre de Leonardo, cobarde como su propio padre. Porque la cobardía era de lo que se sirvió Leonardo para vencer. De la cobardía de los demás. Leonardo sabía que, excepto él, todos serían víctimas de sus mentiras. Darío, Sonia, Pedro, su padre, todos. Pedro los condenó a todos, iniciando ese camino que, en su lecho de muerte, vería claro. Pedro prefirió no decirle nunca a Sonia nada de sus aventuras, porque aquella, ni mucho menos, iba a ser la última. Pedro decidió, en ese justo momento de su vida, destrozar lo más importante y bello que había tenido en su existencia, quizá lo más importante y bello que cualquier persona podría conseguir jamás. Cogió el camino que le llevaría directamente a la muerte. Pedro optó por seguir el mismo camino<span style=""> </span>y cometer los mismos y exactos errores, que su propio padre. <o:p></o:p></p>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-32222777965792197802007-12-10T22:50:00.000+01:002007-12-12T15:33:43.227+01:00Sonríe/Sangra<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPmwPy6-BDAmfUfqPQiLqTUWtJoIuNDoglXT2m_GJcR1Cyf9lSIsc4wUHzJ5pazClp5bfo_DZQ1TnSP1tzAVBgubG67yM4OEtiBGH8vxVbP1n-x5EUeqoMe3kjesOagn90ahjafCSWaYU/s1600-h/dientes+10.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 267px; height: 205px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPmwPy6-BDAmfUfqPQiLqTUWtJoIuNDoglXT2m_GJcR1Cyf9lSIsc4wUHzJ5pazClp5bfo_DZQ1TnSP1tzAVBgubG67yM4OEtiBGH8vxVbP1n-x5EUeqoMe3kjesOagn90ahjafCSWaYU/s320/dientes+10.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5142767725562726610" border="0" /></a><i style="">- Tiene 16 años y nunca juega con nadie. Los estudios siempre los lleva al día, pero nunca participa en clase. Siempre resulta muy frío con los profesores, y aunque nunca provoca jaleo ni falta al respeto, no deja de ser verdaderamente incómoda su actitud. ¿Hay alguna clase de problema en casa, señor Stigliari? </i><i style=""><br /></i><p style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><i style="">Darío meditó durante unos segundos. Cruzó las piernas, se frotó la perilla. Intentó contener la sonrisa. Después de tantos años, aún le hacía gracia que le llamaran por el apellido de su difunto y peor enemigo.</i><i style=""> <o:p></o:p><br /><span style="color:black;"> <o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style="">- No, no existe ningún tipo de problema – La voz profunda y grave de Darío resonaba por todo el despacho – Leonardo siempre ha sido un chico muy callado. Le gusta hacer las cosas por sí mismo y con mucha discreción. Él es un espectador, más que el actor o protagonista de la obra. <o:p></o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style="">- Comprendo. – El director reflexionó durante unos instantes – Pero necesito que comprenda, tanto usted como Leonardo, que la participación es importante. No se valora sólo la capacidad de aprendizaje, sino también la capacidad de desenvoltura que tenga el chaval ahí fuera. ¿Entiende?<o:p></o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><o:p> </o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><i style="">Tenía razón. Leonardo tenía bastante potencial, pero lo estaba desaprovechando manteniéndose en la sombra. Darío sabía, mejor que nadie, que el éxito y el ascenso sólo podrían alcanzarse si uno podía comerse el mundo antes de que éste le comiera a él, y Leonardo, con su actitud, sólo estaba dejándose devorar por un monstruo al cual, seguramente, podía hacerle frente. Si Darío seguía vivo, precisamente era por eso: porque había sabido moverse y, especulando, había conseguido sobrevivir; eso era lo más importante. <o:p></o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><o:p> </o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style="">- Hablaré con él. – Dijo Darío – Veré qué puedo hacer. Pero a estas alturas, perdone que le diga, Leonardo no cambiará. <o:p></o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style="">- Tendrá que hacerlo. – Dijo el director. – El mundo se lo exigirá. <o:p></o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><o:p> </o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style="">- Los mayores genios eran aquello que es Leonardo ahora – Espetó con un deje alegórico – Un incomprendido. <o:p></o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style="">- Pero Leonardo no es ningún genio. – Silencio. – Deje de meterle esa idea en la cabeza, o provocará problemas.<o:p></o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><o:p> </o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style="">Un cruce de miradas, demasiado furtivo. Un ambiente de desacuerdo invadió todo el despacho. Todo aquel que conociese a Darío sabía perfectamente que no había nadie ni nada más orgulloso y terco que él mismo. Ni nadie más eficiente.<o:p></o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><o:p> </o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style="">- Yo jamás le metí esa idea. El que lo es, lo es.</i></p><br /><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br /></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br /><i style=""> <o:p></o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¿Podemos hablar? </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Sí, claro, papá – Respondí – Pasa, pasa. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¿Qué estabas haciendo? – Me preguntó. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Estaba terminando de leer una biografía sobre Benedetti. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¿Para algún trabajo de clase? – Se sentó a mi lado, en la cama.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- No. – Respondí secamente – Los deberes los terminé esta tarde. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Darío sacó una figura de madera tallada a mano del bolsillo. La tenía como llavero. Se trataba de un pequeño caballo, en posición vertical, bastante desgastado. Darío siempre me dijo que se lo había regalado mi abuelo, y que le tenía mucho aprecio. Comenzó a acariciarlo, como siempre que no tenía nada que hacer con las manos. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¿Por qué no has bajado a cenar, Leonardo?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- No tenía apetito, papá. La biografía de Benedetti está realmente interesante – Le contesté. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span>Por aquel entonces, Darío tenía unos cuarenta años. Siempre llevaba barba, y el pelo corto con un pequeño inicio de calva en medio. De joven había estado fuerte, pero ahora sus músculos, de los que aún se podía vislumbrar su enorme vigorosidad, estaban cubiertos por una capa de grasa que le causaba un leve sobrepeso. Era un hombre de caminar rudo, y mal hablante. Una voz rasgada, grave, que siempre soltaba tacos. Tenía unos pequeños ojos marrones, que parecían dos canicas.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span>Era verdaderamente extraño que mi padre estuviese hablando conmigo sin ningún tipo de interés. De hecho, creo que ese es el primer recuerdo de una conversación significativa que tengo con Darío. La comunicación entre él y yo era casi nula. Y por la cuenta que me traía, eso era lo mejor. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Hoy he hablado con tu tutor, Leonardo. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Me hice el sorprendido.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¿Sí? ¿Qué te ha dicho? – Pregunté.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Darío manoseó la figura. Resopló, y luego dijo, casi susurrando:</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Me ha dicho que apenas te relacionas con nadie, y que no participas en clase. Dice que eso bajará tus notas. <span style=""> </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">No sabía porqué, pero parecía que el hecho de que aquello pudiera repercutir en mis notas era lo que menos le importaba a Darío. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Intentaré participar más en clase – Dije, apesadumbrado.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Meditó durante unos instantes.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Me alegra escuchar eso, Leonardo. – Se mordió levemente el labio – Pero, ¿por qué eres así, tan callado, tan… introvertido?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">No respondí. No sabía qué decirle. ¿Por qué giraba la Tierra? Seguro que existía una explicación lógica, pero en ese momento no podía encontrarla. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">-<span style=""> </span>¿Sientes que algo falla en tu cabeza?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- No. – Respondí.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¿Odias al resto de la humanidad?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Eso sí era cierto, pero esa pregunta estaba dentro del grupo de preguntas que Melissa siempre me dijo que contestara con una mentira. ¿Qué esperaba oír Darío? ¿Qué era lo que tenía que responder?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Claro que no.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¿Amas a tu padre y a tu madre?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style="">No, ni aunque pudiera amar. <o:p></o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Sí, claro. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Un breve silencio. Notaba, sin mirar a sus manos, que estaba llenando de sudor el caballo de madera. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¿Alguna vez has pensado en matarme, Leonardo?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style="">A todas horas. De mil maneras. <o:p></o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><o:p> </o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¿Por qué me haces estas preguntas, papá? – Pregunté, algo extrañado. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¡Responde la maldita pregunta! – Bramó. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">¿De verdad pensaba que hablándome de esa manera me iba a hacer responder? Yo lo dudaba. Y no le temía. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¿Has bebido? – Pregunté, indignado.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style=""> </span>Me golpeó. Y me tiró al suelo. Agarró mi cabeza con su enorme mano, mientras la mantenía quieta en contacto con el frío suelo. Ahora él estaba en una posición claramente dominante.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¿Qué falta de respeto es esta, Leonardo? – Gritó - ¡Que soy tu padre!</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¿Ah, sí? – Dije, sin miedo, y totalmente desafiante - <a href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/12/por-qu.html">¿Eres mi padre?</a></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Noté, sin tener que mirarle, como las pupilas de Darío se empequeñecían en el universo de sus ojos. Noté el miedo expandiéndose por cada célula de su cuerpo. Noté la duda, fría y punzante como un puñal, danzando por su piel. Noté su cerebro, reflexionando, analizando las posibilidades de que yo, un crío de 16 años, pudiera saber toda la verdad, pudiera saber lo que debía hacer con su cuerpo, y el porqué. Los porqués.<br /></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Pero era harto improbable que un chaval como yo lo supiera. Y aunque lo supiera, era más difícil todavía que le pudiera hacer frente al fornido cuerpo de Darío. Todo eso, según la mente de Darío.</p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">¿Qué miedo podía tenerle yo? No era el momento para él, y por eso era feliz. Daba igual lo que ocurriese esa noche. Yo no moriría.<br /></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¿Qué has dicho? – Dijo. El valor volvió a su cuerpo.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Eso que has oído – Dije sin temor, con voz aguda, casi gritando – Si fueras mi padre jamás me habrías pegado. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Reía en mi interior sabiendo que le tendría engañado un par de años más. Rezaba porque llegara el momento de confesarle que yo sabía que él no era mi padre, y que, debido a su don, debía morir. Morir a mis manos. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- Y si tú le tuvieras un mínimo de respeto a tu padre, no le obligarías a hacerte esto – Estalló mi cabeza contra el suelo, rompiéndome la ceja. Me dio la vuelta, y con los ojos inyectados en sangre, y el rostro lleno de rabia, me gritó: - ¡Hijo de puta!</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Comenzó a pegarme, sin parar. Yo ya estaba acostumbrado a aquellos golpes por parte de mi padre, así que aquello tampoco suponía un suplicio. No me defendí. Soltaba alguna sonrisa mientras la cara se me iba empapando de sangre. En el fondo estaba tranquilo porque sabía que Darío sufría más por dentro que yo al golpearme. Aquella rabia que sentía sólo era fruto de la cobardía que había caracterizado su oscuro pasado. Ese era un modo de ocultarla, enterrarla... hasta que volviera a resurgir. Hacía conmigo lo que no pudo hacer con su pasado. Porque yo era más débil... en ese momento.<br /></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">A los cinco minutos, como siempre, llegaría mi madre. Nos encontraría allí y nos separaría. Como siempre. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Antes de irse, Darío me escupió en la cara. Yo permanecí tumbado en el suelo. Mi madre, tan aterrorizada como siempre estuvo mientras vivió con aquel ser primitivo, no le dijo nada. Se limitó a limpiarle en silencio las heridas de los nudillos en la habitación contigua. No me moví del suelo. En algún momento en el que Darío estaba distraído, me pasó un par de toallas húmedas por la puerta. Los ojos de mi madre, totalmente vacíos de vida, me miraron envueltos en un charco de lágrimas. Sabía que si me ayudaba, aquella paliza sería peor, y volvería a pegarme y, lo peor, la pegaría a ella.<br /><br /><span style=""> </span><span style=""> </span>Yo me quedé un buen rato, sonriendo, bien desorientado por los golpes, tumbado boca arriba. Con los brazos estirados, muertos. Mis padres estarían acostándose en esos momentos. Darío tenía que terminar el día sintiendo que tenía poder absoluto en casa, sobre mi madre, y sobre mí. Si mi madre se negaba a acostarse con él, a Darío, que ya había soltado el monstruo aquel día, no le importaría volver a hacerlo. Como no se oía ningún golpe, estarían follando. Eso no me hacía gracia, pero sonreía. Ya tendría tiempo yo de disfrutar.<br /><br /><span style=""> </span><span style=""> </span>Estuve más de una hora allí tirado. No tenía fuerzas para levantarme, aunque tampoco quería. Tenía las mejillas entumecidas. Notaba como los moratones iban aflorando. Mis dientes estaban completamente cubiertos por una fina capa de sangre roja, viva. Me dolía sonreír, pero lo hacía. Sonreía mirando al techo porque aquella paliza era una paliza menos.</p>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-8786517276801396952007-12-05T19:26:00.000+01:002007-12-05T21:31:47.028+01:00A Cinco Días del Infierno.- Hola, Leonardo.<br />- ¿Qué haces aquí? - Pregunté extrañado.<br />- Necesitaba verte... - Echó a llorar - Todo está siendo demasiado confuso...<br /><br />No, no lo era. Ella no tenía ni la perspicacia ni las ganas necesarias para comprenderlo.<br /><br />No tenía pensado verla nunca más. De hecho no sé cómo supo donde vivía ahora, no sé cómo contactó conmigo. No me quedaba otra que dejarle entrar. Ella, poco a poco, fue dando pasitos torpes y minúsculos cruzando la puerta. Su cara estaba llena de cicatrices. Se servía de un bastón para compensar la asimetría de su cadera. Ya no era la chica preciosa que había conocido años atrás.<br /><br />- ¿Qué es lo que quieres? - Pregunté.<br />- Sólo... saber porqué no fuiste a su funeral. - Las lágrimas no paraban de caer. Sus ojos eran una fuente incesante de agua de mar - Lo supiste, Leonardo, lo supiste.... ¡Y ni siquiera fuiste capaz de ir! Podías al menos guardar un poco de respeto...<br /><br />Callaba.<br /><br />- Se supone que ocupaba un lugar muy grande en tu corazón... Aunque él te odiase, debías haber ido, Leonardo.<br /><br />Comenzaba a sentirme algo incómodo. Algo llamado conciencia comenzaba a actuar en mi cabeza. Estábamos en el descansillo de mi nuevo hogar. Aquella era la vieja casa que Melissa había abandonado hacía 11 años. Seguía pareciendome igual de adorable.<br /><br />Decidí que no era un buen sitio para hablar, y la invité al salón. Fui a la cocina y me encendí un cigarro. Comencé a preparar unas copas de Bourbon. De fondo, sólo se oía el sonido de un sollozo. Estaba algo nervioso porque los planes se habían torcido un poco y no notaba la satisfacción que cabía esperar. En ese momento, más que nunca, deseaba que Melissa estuviera allí. Tenía unas cuantas preguntas que hacerle.<br /><br />Volví al salól. Le di su copa y me senté a su lado. Inhalé profundamente el humo del cigarro. Fue el último cigarro de mi vida.<br /><br />- ¿Cómo te enteraste? - Me preguntó, algo más calmada.<br /><br />Pensé.<br /><br />- Lo leí en el periódico. Fue triste, muy triste.<br /><br />Ella quería volver a llorar. Ella no me daba pena. Le había destrozado el corazón, una vez más. Y realmente no lo entendía.<br /><br />- Fue un baño de sangre... ¿Quién haría algo así?<br /><br />Sí, había sido un baño de sangre.<br /><br />- ¿Y por qué haría algo así?<br /><br />Esa era una buena pregunta.<br /><br />- Es duro tener que lamentar la muerte de alguien que casi te mata - Decía entre sollozos - Pero nunca podré negar que le amé con todas mis fuerzas... Sólo yo tuve la culpa de todo lo que ocurrió.<br /><br /><span style="font-style: italic;">No sabes cuánta razón tienes, Sonia<br /><br /></span>- ¡Quiero volver atrás! - Gritó.<br /><br /><span style="font-style: italic;">Y yo, Sonia, yo también. Querría volver atrás sólo para evitar que conocieras a Pedro. Para evitar que os enamoraráis. Para que jamás nos hubiéramos acostado. Para que jamás te hubiera pegado. Para que nunca hubieras contactado conmigo. Y para que no me hagas plantearme a cada momento matarte para quitarte de enmedio.<br /><br /></span>Me miraba, profundamente. Yo mantenía el rostro totalmente inexpresivo.<br /><br />- ¿Por qué le harían algo así? ¿Por qué le harían eso en la cabeza?<br />- Por mucho que nos lo preguntemos no daremos con lo que estaba pensando el asesino en el momento de hacerlo. - Dije - Es inútil hacernos más daño pensando eso.<br />- Pedro no tenía enemigos, Leonardo, algo tuvo que pasar. Tiene que haber alguna explicación lógica, Pedro no merecía aquello... - Dio un largo trago del bourbon, luego me miró - ¿Qué sabes de todo lo que ocurrió?<br /><br />No tenía porqué mentir... completamente.<br /><br />- Sé que encontraron a Pedro tumbado, en el suelo del salón. Totalmente desangrado, con un fuerte golpe en el cráneo tan profundo que había hundido sus sesos. - Carraspeé - Estaba envuelto en sangre. Los anlálisis de la policía científica ha podido determinar que mucho más de la mitad de la sangre que le envolvía no era suya, pero se encontraba corrompida por un antioxidante que ha imposibilitado la identificación del dueño de aquella sangre. - Me detuve. Pensé. - Se baraja la posibilidad de que hubiese habido un forcejeo y que el asesino esté gravemente herido, determinado por la gran cantidad de sangre que había en ese momento, pero el salón de Pedro estaba completamente en orden, no había señales de ningún tipo de pelea, ni de que el plan del asesino se hubiese visto trastocado. Todo apunta a que se trata de un ritual. Además, la cerradura no estaba forzada, quienquiera que entró allí lo hizo porque Pedro le dejó entrar, así que seguramente busquen a familiares, amigos y conocidos, que pudieran tener algo en contra de Pedro.<br /><br />En este punto Sonia no paraba de llorar. Le había contado todo lo que había leído en el periódico, no todo lo que sabía. Sólo lo que ellos creían saber. Quizá pensaban que se trataba de la primera vez que lo hacía, y estaban muy equivocados. Pedro cerraba un círculo, y como tal, se merecía la perfección más infinita.<br /><br />- ¿Han hablado contigo? - Le pregunté.<br />- ¿Quiénes?<br />- Los policías.<br />- No, aún no. Mañana tengo que ir a prestar declaración...<br />- Preferiría que jamás les hablases de mí. - Espeté.<br /><br />Sonia se extrañó.<br /><br />- ¿Por qué? - Preguntó.<br />- Pedro jamás le habló a nadie sobre mí. Tú sólo me conociste porque era inevitable, porque adentraste en el tema personal de Pedro. La relación que mantuvimos fue muy íntima siempre, y prefiero que, por respeto a sus deseos, permanezca así. No cuentes nada de lo que pasó entre nosotros, ¿de acuerdo?<br /><br /><span style="font-style: italic;">No me obligues a matarte, Sonia. No tengo demasiado tiempo.<br /><br /></span>- Como prefieras, Leonardo.<br />- Gracias.<br /><br />Podía presumir de que, en ese preciso momento, yo era el hombre más poderoso del mundo. No era algo que persiguiera, pero no puedo evitar decir que era algo que me llenaba de satisfacción. Comenzaba a meditarlo todo y la verdad es que las cosas habían ido, dentro de lo que cabia, muy favorablemente. 34 años. 23 habían pasado desde que conocí a Melissa. Exactamente 11 desde que Melissa se fue. Era curioso que mi vida realmente comenzase 11 años después de nacer, cuando conocí a Melissa, y que, casualmente 11 años después de que Melissa desapareciese de la faz de la Tierra, mi vida acabase.<br /><br />Terminé el cigarro, lo apagué. Di un sorbo del bourbon, y miré a Sonia. Aún conservaba algo de belleza, y seguro que su espalda, pese a la paliza de Pedro, se mantenía intacta. Tuve una ligera tentación y, dado que me encontraba, por primera vez en 20 años, libre de tensiones, decidí dejarla correr.<br /><br />Aquel día perdí mi [oculta] virginidad. Aquel día fue la primera vez que mantuve una relación sexual puramente por placer.<br /><br />Teniendo a Sonia delante, mascullando, llorando... recordé la última vez que estuve con ella, el día que nos acostamos. Ese día también lloraba, y sus ojos tornaban preciosos cuando se volvían tan cristalinos. Me sorprendí a mi mismo sintiendo cierto deje, cierto ápice de cariño hacia Sonia. Quería acostarme con ella. Esa era la frase. No se trataba de un "Quería acostarme con ella para..." Simplemente quería penetrar mi sexo en su interior y que se mojara, se embargara de su calidez. Sentí cierta decepción, porque tras años y años de crueldades y frivolidades, por primera vez me sentí humano en el más puro sentido de la palabra. Si aquello hubiera podido tener un nombre, la palabra "sentimiento" se le habría acercado muchísimo.<br /><br />Decidí acostarme con ella y disfrutar la noche. No estaba asustado ni nervioso por ver lo que decía Sonia. En realidad, <span style="font-weight: bold;">no dependía completamente de ella si decidía acostarse conmigo o no.</span> Yo tenía todas las cartas bajo mi mano. Yo y mi don. Sólo teníamos que jugarlas a nuestro antojo.<br /><br />Aquello me daba libertades absolutas para poder manejar el curso de los acontecimientos. Si había algo que jamás podría adulterar, se trataba del azar. Pero todos sabemos (y el que no lo sepa no merece vivir) que, en el sexo, el azar no juega ningún rol.<br /><br />Decidí atacar. Medía hora después Sonia respiraba apresuradamente mientras su espalda tornaba curva en la cama, y yo le arrastraba los pantalones por sus piernas. Acaricié cada parte de su cuerpo, mis manos corrieron por toda su piel, suave como la seda, ejerciendo más y más deseo en su sexo. Sus bragas parecían recién sacadas de la lavadora, y no precisamente porque estuvieran limpias. Sonia desnuda ante mí, su sexo esbelto y sudoroso esperando mi penetración. Y mi sexo completamente erecto, más firme y duro que nunca, para mi sorpresa. Realmente quería disfrutar aquella vez.<br /><br />Cuando la penetré, Sonia cerró fuertemente los ojos y una lágrima recorrió toda su mejilla hasta parar a la oreja. Lloró. Me miró.<br /><br />- ¿Eres real? - Me preguntó.<br />- Claro - Sonreí.<br /><br />Seguía llorando.<br /><br />- ¿Por qué siento todo esto cuando estoy contigo... y cuando estás no queda nada?<br /><br />No supe realmente qué responder.<br /><br />- Os impresiono sólo por lo que inspiro ser. Os gusto sólo porque soy enigmático, porque soy algo que no comprendéis, ni llegaréis a hacerlo. Sólo creéis amarme porque hay algo más allá, lejos de vuestro entendimiento, que es distinto a todo lo que conocéis. Porque hay algo, inexplicable, en mí, que os embriaga. Porque realmente soy el único ser humano que tiene en cuenta todos sus factores y no se equivoca. Pero en realidad no os gusta, ni os gustaría, quién soy, porque más allá de esta máscara que veis, no hay nada interesante, ni factible, ni palpable, ni visible... Estoy vacío. - Dije - Nada que ofrecer.<br /><br /><span style="font-style: italic;"></span><br />Realmente me dolió decir todo aquello. Sentí una punzada en el corazón. En ese momento de debilidad humana, me sentí como un títere. Siempre hice aquello que creí que debía hacer, porque era el único capacitado para ello, pero en realidad, yo mismo, no era nadie. No había nada dentro de mí que pudiera significar nada para nadie. Había adoptado esa postura de no amar a nadie... que tampoco me amaba a mí mismo. Si podía utilizar el verbo amar, sólo amaba los objetivos que debía cumplir. Objetivos que, una vez cumplidos, no me llevaban a nada salvo a mi última misión. Objetivos que, una vez cumplidos, desaparecían, y ya no podía amarlos. ¿Qué pasaría cuando cumpliera mi última misión? ¿Qué objetivos tendría entonces? Sabía que las consecuencias de cumplir mi última misión cambiarían el orden de las cosas y el significado del propio universo pero... ¿acaso aquello me importaba? Mi poder sólo vaciaba mi interior.<br /><br />- ¿Qué piensas? - Me preguntó Sonia, sacándome de mi ensimismamiento.<br /><br />Dejé de mirar al vacío. La miré a los ojos.<br /><br />- ¿Estás llorando? - Me preguntó.<br /><br />Me limpió las lágrimas. Me abrazó. Mi sexo estaba dentro de ella. Aquel abrazo me reconfortó, y sentirme dentro de su cuerpo hacía que sintiera una sensación extraña. En unos minutos se me habían planteado un millar de dudas que debía reflexionar más tarde. Con Sonia allí delante habría sido un peligro.<br /><br />- Leonardo, deberías ponerte el condón - Me exhortó - La última vez que lo hicimos fue mucha suerte que no ocurriera nada.<br /><br />Sonreí.<br /><br />- Soy estéril, Sonia.<br /><br />Se sorprendió.<br /><br />- ¿En serio?<br /><br />No tenía porqué mentirle.<br /><br />- En serio - Dije.<br /><br />Mi semen, como yo, estaba carente de vida. No era algo físico, mi semen no podía crear vida.<br /><br />Hicimos el amor. Varias veces. Ella lloraba cada vez que le invadía el interior de mi líquido. Mi semen era totalmente frío, casi helado. Al chocar mi semen con las paredes de su útero, Sonia sintió un escalofrío, los vellos de su cuerpo se erizaron como escarpias, sus ojos se quedaron vacíos por un momento. Era como notar la muerte atravesando tu cuerpo. Sonia jamás sabría porqué era, pero yo sí lo sabía. Ese era mi semen y era el representante de mi ser. Viscoso, blanco como la nieve, de una pureza infinita, mis espermatozoides estaba más sanos que los de ningún otro. Pero siempre, dentro de su útero, morían. Morían cuando tocaban algo vivo, algo que no eran como ellos. Sólo podrían engendrar a alguien que fuera como yo, y así no existía nadie. Esa sensación que Sonia experimentó fue de lo más agridulce. Un semen frío... frío e impasible como la muerte y el tiempo.<br /><br />Nos quedamos en la cama, horas después, despiertos, oyendo la respiración del otro. Totalmente a oscuras.<br /><br />- La semana que viene veré a mi padre. - Dije en la oscuridad.<br /><br />Sonia se puso de lado, y me miró.<br /><br />- Pensé que tu padre estaba muerto.<br />- Y así es - Respondí. Yo me encargué de ello. - Voy a ver a mi padre biológico.<br />- Oh...<br /><br />Sonia no sabía que yo era adoptado. Nadie más que yo y Melissa lo sabíamos.<br /><br />- <span style="font-weight: bold;">A Leonardo Stigliari Sénior. </span><br />- Tendrás ganas....<br />- Infinitas - Dije. Aquel hombre era el único que podía sacarme los nervios a flor de piel, el único que me hacía dudar y equivocarme. Sería un encuentro magistral, última prueba para demostrar todos los conocimientos, habilidades y dones adquiridos en los últimos 20 años.<br />- ¿Qué le dirás?<br /><br />No apartaba mi vista del techo.<br /><br />- Todo lo que pienso, siento y he hecho. - Me sinceré - He esperado mucho este momento.<br />- Es normal...<br />- Será algo excitante.<br /><br />Y tanto.<br /><br /><span style="font-weight: bold;">Sólo me quedaban cinco días de vida. </span>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-19751446953120638272007-12-04T16:42:00.000+01:002007-12-04T18:49:26.817+01:00¿Por qué?La miré extrañado. ¿A mi padre? No veía razones por las que tendría que hacer tal cosa. Si bien era cierto que la relación con mi padre ya por esos momentos estaba completamente desmejorada.<br /><br />- ¿Cómo?<br />- Es difícil que lo entiendas de momento, Leonardo. - Melissa barajeaba entre sus manos todos los papeles - Pero aquí en mis manos tengo todo tu pasado, y aquí, en mi cabeza, todo tu futuro.<br /><br />Aquello me ponía nervioso. ¿Qué significaba todo aquello? ¿Por qué, pese a haber estado sintiendo tanto miedo, aún permanecía allí escuchando lo que aquella vieja chiflada me decía? Algo, claro, que no tenía ni pies ni cabeza.<br /><br />- ¿Quién eres tú? - Le pregunté.<br />- Ya te lo he dicho. Soy Melissa Bornhart. Estás en mi acogedora casa, esperando que cambie tu vida.<br />- Ya, pero, ¿por qué? ¿Qué significa todo ésto? ¿Por qué tendría yo que matar a mi padre?<br />- Tu padre esconde un secreto que nadie vivo sabe. Tu padre vive tras una máscara. Y tú, Leonardo, eres quien se la va a quitar, y quien nos va a desvelar a todos ese secreto.<br />- ¿Y cómo usted puede saber eso?<br />- Todavía no quieres saberlo. - Adoptó una expresión totalmente pícara - Tu padre tiene un don, Leonardo. Un don que le ayuda a vivir en esa farsa en la que se oculta. Él ha cometido muchos crímenes de los que, gracias a su don, ha salido impune. Él ha intentado violar las leyes que le fueron rígidamente impuestas, ha conseguido engañar al sistema una y otra vez. Dentro de unos años, con su muerte, el universo se verá nuevamente compensado.<br />- No pienso matar a mi padre.<br />- ¿A cuál?<br />- ¿Perdón? - Pregunté arqueando las cejas.<br />- ¿Sabías que existe alguien llamado Leonardo Stigliari? Aparte de ti, obviamente...<br /><br />¿Eso qué quería decir?<br /><br />- ¿Eso qué quiere decir? - Cada latido de mi corazón sonaba como un sonoro tambor.<br />- Que la persona que tienes que matar no es tu verdadero padre.<br />- ¿Soy adoptado?<br />- No exactamente. - Dijo.<br /><br />¿Cómo que 'no exactamente'?<br /><br />- Tranquilo, Leonardo, las respuestas a su debido tiempo. Te prometo que, si confías en mí, y agarras mi mano desde ahora, conocerás a Leonardo Stigliari Sénior. Aunque te adelanto que dentro de un tiempo eso será lo que menos te interese.<br /><br />- ¿Por qué mi padre nunca me lo ha dicho?<br /><br />- Verás, Leonardo, la historia no es tan sencilla. No se trata ni de una adopción, ni tu verdadero padre es alguien normal. No es ahora el momento de explicarlo, porque necesitaríamos más tiempo. Darío y Leonardo tienen historia, una compleja historia que deriva en porqué tú has acabado bajo el techo de Darío durante estos 11 años. Ya te lo he dicho, tiempo al tiempo.<br /><br />Sólo me quedaba esperar.<br /><br />- De acuerdo.<br /><br />- Volveremos a vernos. Ahora es mejor que vuelvas a casa, Darío y tu madre estarán preocupados. Jamás les digas que has estado conmigo. Vuelve la semana que viene, ¿de acuerdo? A partir de entonces, poco a poco, te iré mostrando la verdad y el significado oculto de todo esto.<br /><br />Así lo haría. Las heridas de mi brazo estaban secas. Pasé por el lavabo para limpiar la sangre. Me despedí de Melissa. En el camino a casa supe que las cosas habían cambiado completamente. Tenía encima de la mesa decisiones que debía tomar, matar a mi padre, conocer a mi verdadero progenitor... Saber el pasado de mi padre, qué sería su don. Todo aquello, hacia breves horas, no existía. Parecía que todo se había complicado demasiado, pero para nada era así. En realidad, las cosas se habían simplificado y Melissa había quitado esa sucia tela que me impedía ver la realidad por completo. Ya sólo faltaba mi perenne disposición a aceptar mi sino.<br /><br />A partir de la semana siguiente, comenzaría mi eterno aprendizaje.<br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">Fin del tomo I.</span>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-8014422714482088472007-11-27T18:20:00.000+01:002007-11-27T19:31:10.553+01:00El más especial de todos- Mi padre está muerto. En vida dicen que fue una persona grandiosa, aunque jamás yo lo vi así. Ahora que ha pasado bastante tiempo, puedo decirte sin ningún tipo de pudor que pegaba a mi madre, y alguna vez que otra, a mí también. -<span style="font-weight: bold;"> </span>Mi voz susurraba lenta, profundamente. <a href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/psycho.html">Psycho</a>, al otro lado de la sala, me escuchaba expectante<span style="font-weight: bold;"> </span>- Pero aquello no duraría demasiado. Con el tiempo conseguí imponerle mi pequeño espacio de autoridad y dejó de pegarme. Todo el mundo siempre le ponía por las nubes, le admiraban, quizá le envidiaban, pero yo sabía que todo aquello era pura apariencia. Mi padre siempre supo cómo rodearse de gente de su misma condición. Hipócritas. - Bufé - Y eso quizá le condenó de por vida. Él nunca amó a mi madre, y creo que mi madre tampoco a él. Ciertamente, yo jamás amé a mi padre. Era una persona sucia, ruín, despreciable y poco elegante en su vida interior. Mantuvo en todo momento un desorden personal de un carácter totalmente inaudito, al que ni siquiera su muerte pudo dar fin.<br />- ¿Lo echas de menos?<br />- Sinceramente, no. - Le respondí - Siento lástima por mi madre, porque él murió poco después de que me diagnosticaran la úlcera. En menos de tres meses habrá perdido a los dos únicos hombres del hogar.<br />- Háblame de su muerte.<br />- Apenas sé sobre eso - Mentí - Mi madre sólo me dijó que sufrió mucho. No quise saber más.<br />- Al menos, por lo que dices de él, ¿piensas que lo merecía? ¿Que merecía sufrir en su lecho de muerte? - Preguntó. Realmente le interesaba el tema.<br /><br />Me detuve unos momentos a meditarlo. Eso, en apariencia. En realidad lo que estaba haciendo era recordándolo.<br /><br />- <span style="font-weight: bold;">No </span>- Contesté - No lo merecía.<br /><br /><span style="font-style: italic;">Debió haber sufrido más</span>, pensé.<br /><br />- ¿Cuál era el nombre de tu padre, Leonardo?<br />- Darío.<br />- ¿Conoces algo de tus antecedentes italianos? Tu apellido, obviamente, es castizo italiano.<br />- No, apenas sé sobre eso. - Contesté sinceramente - Y mi padre jamás ha querido explicarme nada. Sólo sé que él vino de un humilde pueblo de los alrededores de la ciudad. Y mis abuelos y bisabuelos no son italianos.<br /><br />Hice una pausa.<br /><br />- Realmente no pienso que mi pasado sea importante. Es decir, quiénes fueran mis abuelos, mis bisabuelos, o de dónde proceda mi familia... eso más bien me es indiferente. Seguramente yo estoy aquí para marcar un punto de inflexión en mi familia, no conozco a nadie tan valiente y emprendedor como yo en ningún rincón de mi árbol genealógico. No creo que mis orígenes (si es que los hay) italianos sean de trascendencia. No es tan importante de dónde venimos, como a dónde tenemos pensado ir.<br /><br />Crucé las piernas y me froté la barbilla.<br /><br />- ¿Qué estudias?<br />- Soy licenciado en Filosofía y Letras.<br />- ¿Por qué esa carrera?<br />- Porque no llama mucho la atención.<br />- Así, eres buen estudiante.<br />- Mi carrera de 5 años la terminé en 3.<br />- Demasiado intenso, ¿no crees?<br />- El tiempo apremia - Sonreí.<br /><br />Psycho tomó una postura mucho más relajada. Parecía haber entrado en calor y, sobretodo, en confianza.<br /><br />- Explícame las razones por las que, según tu punto de vista, tu madre cree que deberías estar aquí.<br /><br />Medité.<br /><br />- Bien, es sencillo. Estoy aquí, sinceramente, porque yo también pienso que debo estar aquí. El mundo se me ha venido abajo porque he cometo el error de basar mi vida en una única cosa. Aquello me ha sido arrebatado y ahora, ¿qué me queda? Nada. Sólo el vacío, sólo la inconmensurable nada. Me siento traicionado, ultrajado y despojado de lo único que tenía en mi interior. Una estupidez que jamás habría podido prever va a acabar con mi vida sin que ni siquiera yo tenga voz ni voto para poder hacer nada. No creo en la justicia, pero si de verdad existiera esa zorra invisible, ésto no sería justo. Hay cosas que tengo que hacer antes de morir y no podré... ¿Qué significado puede tener eso?<br />- Deberías cambiar el prisma con el que estás mirando todo esto. Deja de plantearte cuál es tu cometido, qué debes hacer... Deja de plantear la vida como si de una obligación se tratase. Nacer es una obligación, vivir es opcional. Y tú estás optando por reducir los últimos meses de tu vida a un constante martirio buscándole un significado. Y la vida, en sí, no lo tiene. Su significado se va haciendo.<br /><br />En realidad puede que tuviera razón, pero a mí me pareció igual que los consejos del resto de los mortales y que eran exactamente la línea que nos separaban a ellos y a mí. Seguía, pues, estando por encima de ellos.<br /><br />-Mi padre era una muy mala persona. No diré que merecía morir -<span style="font-style: italic;"> aunque lo mereciera por causas ajenas a él </span>- pero creo que nos ha hecho un favor a todos nosotros largándose de este mundo. Podemos decir que él era un estorbo en la vida y la continuidad del espacio tiempo para que este ganara en justicia. Pero como él hay muchísimos más. Gente, que por razones superiores a la comprensión humana, merecen destinos distintos que los demás. Esto es, vidas distintas, muertes distintas, al mismo nivel que sus propias personas.<br />- Pero hablar de personas distintas puede ser demasiado subjetivo, no hay una ciencia exacta que las defina.<br />- Oh, sí. No son exactamente personas distintas, sino superiores, con dones especiales, en su mirada. Y existen maneras muy eficientes de<span style="font-weight: bold;"> identificarlos.<br /></span>- Entiendo.<br />- Digamos, doctor, que mi tesis personal, en la que he basado mi vida, era ésta, identificar a esas personas especiales.<br />- Define especiales. - Exigió.<br />- Con una personalidad abrumadora, con alguna cualidad que destaque por encima de los demás. Seguro que alguna vez ha conocido a alguien así - Mentí.<br /><br />Realmente no podía decirle que buscaba a esas personas para conseguir un bien mayor. Que, exactamente, no se trataba de "cualidades" ni de "personalidades", sino que eran personas con dones especiales, como el mío. Aunque siempre tendré que decir, como me hizo saber Melissa, que mi don era el más poderoso de todos los (pocos) que había en el mundo.<br /><br />- Sería algo así como personas con un don, ¿no? - Me preguntó.<br /><br />Le miré extrañado y sentí cierto miedo al pensar que Psycho podría saberlo todo. Pero realmente era imposible.<br /><br />Melissa siempre me había pedido discreción, y aunque estuviera muriéndome jamás podría contarle a nadie lo que sucedía en mi vida. Y a Psycho ya le había dado suficientes datos. Quizá demasiados, y estaba arriesgando más de lo que me podía permitir. Aquella tarde volví a casa bastante arrepentido preguntándome porqué le habia dicho tantas cosas a Psycho, me sentí como el resto de la humanidad: débil, con miedos y, lo peor de todo, errando.<br /><br />- En las próximas sesiones volveremos a hablar de tu padre - Me dijo antes de irme.<br /><br />Psycho no era alguien normal, y yo lo sabía. Por algún momento me planteé que él pudiera ser uno de los que Melissa había apuntado en la caja de su casa años atrás, pero era altamente improbable. Durante mis últimas sesiones había intentado identificar a Psycho como tal, pero no había dado ninguna seña de poder ser uno de ellos. De momento él no me preocupaba. Me planteé a mí mismo que, si algún día me sobraba tiempo, investigaría a Psycho a ver de qué caso se trataba. Mi instinto me decía que Psycho podría ser una persona a caballo entre las personas ufanas de a diario, y los pocos especímenes especiales de Melissa.<br /><br />Fui demasiado inocente y poco precavido pensando que mi instinto estaba en lo correcto desde un principio.Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-70299872425864746962007-11-26T14:50:00.000+01:002007-11-26T18:56:17.617+01:00Acepta tu camino- El destino es sólo <a href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/cruce-de-caminos.html">el cruce de caminos</a> de las casualidades que nosotros creamos. Lo demás es completamente ajeno a nuestro control. ¿Por qué, sino, estás tú aquí hoy? Si piensas que es porque tú lo has elegido, entonces estás dando por hecho que tú eres el dueño de tu propia vida, y te aseguro, Leonardo, que no es así bajo ningún concepto.<br /><br />Yo sólo callaba. Ella tampoco me daba otra opción. La cabeza comenzaba a dolerme. ¿Qué hacía yo allí? No tenía ningún sentido. Debía irme a casa.<br /><br />- Como te he dicho, Leonardo, hoy vas a aprender lo que es el destino.<br />- ¿Y si no quiero hacerlo? - Pregunté algo desafiante.<br />- Ya te he dicho que estás aquí. Te he dicho que no es casual. ¿No quieres saber porqué?<br />- Pues no, no lo sé...<br /><br />Realmente no sabía si quería saberlo.<br /><br />- Pero usted dice que es importante mi nombre, mi edad y el hecho de que sea yo quien haya matado a su gato. Pero no entiendo, señora, la relación que puede haber entre usted y yo.<br /><br />Sonaba confusa mi explicación, pero fue la manera más clara que tuve de explicárselo. ¿Qué sentido podría tener todo aquello?<br /><br />- Resulta verdaderamente importante que seas precisamente tú, un chico llamado Leonardo Stigliari, de 11 años, el que mate a mi gato Waldo, y que de repente se cruce en mi camino.<br />- ¿Cómo sabe usted mi apellido? - Aquello comenzaba a sobrepasar los límites de la lógica.<br /><br />Melissa sonrió. Casi con maldad, me atrevería a decir.<br /><br />- Mira, Leonardo, a partir de ahora te plantearás siempre qué habría pasado si no me hubieras conocido. Pero sólo alcanzarás la verdad cuando aceptes que es imposible saber qué habría pasado porque bajo ningún concepto podría <span style="font-style: italic;">haber pasado.</span> - La miré extrañado - Sí, es difícil de entender ahora. Lo que ha ocurrido hoy es algo que habría ocurrido cualquier día de tu vida, pero al fin y al cabo, habría ocurrido. Justo en este instante, en el que yo me estoy esforzando por mostrarte la verdad, a ti se te abre un amplio espectro de posibilidades y caminos a elegir. Y sólo uno será el correcto. Nadie te garantiza que esto vaya a ir bien, porque sólo depende de ti. Tu camino se va a alimentar de tu esfuerzo, de tu fe y de tu constancia.<br />- Pero, ¿por qué yo?<br /><br />Y, ¿por qué ella hablaba de aquella manera tan segura? ¿Cómo podía dar tantas cosas por supuestas? ¿Acaso tenía razón?<br /><br />- Tu camino parece un pequeño camino de piedra situado en la soledad de la ciudad. Todo el mundo puede verlo, pasa por él, pero nadie se detiene a observarlo ni se para a pensar en la importante función que desempeña ese camino. Une varias partes de la ciudad, facilita el tránsito, incluso a veces facilita la vida de los demás, pero nadie se lo agradece y, lo peor de todo, nadie quiere agradecérselo. Tu camino parece un camino normal, envuelto por árboles, inútil a simple vista, pero es el camino más importante del que se va a servir la humanidad en las próximas décadas. No es, ni mucho menos, un camino largo, pero sí intenso. Jamás esperes que nadie te lo agradezca, ni siquiera que se den cuenta, sólo sé consciente de la importancia que tiene. Con que tú mismo reconozcas lo necesario que eres, no necesitarás nada más. Y para ello, Leonardo, <span style="font-weight: bold;">has de aceptar tu camino.<br /><br /></span>- No sé muy bien qué quiere decir, señora.<br />- Mejor que explicártelo, voy a enseñártelo. - Se levantó del sillón y el gato que posaba sobre su regazo dio un salto. - Acompáñame.<br /><br />Me levanté. Jamás podría negar que en el fondo sí sentía curiosidad por ver lo que Melissa quería enseñarme, pero me aterraba.<br /><br />Atravesamos el pasillo de su casa, y llegamos hasta la puerta que conducía al sótano. La abrió, y me invitó a bajar. Le dije que después de ella. Así fue. Las escaleras, hechas de madera rancia y carcomida, rechinaban de una forma terrorífica con cada paso que dábamos. La humedad se filtraba por nuestras narices. Al final de las escaleras, Melissa encendió una luz. Un cuarto extremadamente oscuro, con una mesa, un par de estanterías y muchos libros, y un suelo sucio como el de los viejos callejones parecían habernos estado esperando durante años.<br /><br />- La vida te tiene asignadas hazañas sobrehumanas, Leonardo. Lo sé, porque lo he visto. - Su tono de voz ascendió a lo místico. - Estoy aquí para ayudarte a llevar a cabo tus hazañas, para mostrarte el camino y dejar que lo recorras sólo. A lo largo de él, tendrás que irte despojando de los defectos humanos, y te conviertas en alguien superior a todos nosotros. Tú mismo te convencerás de que eres superior. Estoy aquí para que consigas el poder que mereces.<br />- ¿Qué poder merezco?<br />- El poder de ver lo que nadie consigue ver. Adelantarte a los acontecimientos, estar un paso por delante del conocimiento humano, controlar tu dolor físico, conseguir cualquier cosa que se te pase por la mente tan sólo con pensarla. Tienes un diamante en bruto en tu corazón, Leonardo, sólo necesitas explotarlo.<br />- Ya, ¿y cómo sabe usted todo eso? - Pregunté con escepticismo.<br /><br />Melissa se movió. Me dio la espalda. Yo permanecía al borde de las escaleras. Se dirigió a la mesa y abrió los cajones. Con sumo cuidado, comenzó a sacar papeles de allí. Eligió uno de ellos, se dio la vuelta y, levantándolo, me preguntó de forma inquisitoria:<br /><br />- ¿Conoces al hombre que aparece en esta foto?<br /><br />Miré con detenimiento. Apenas podía creérmelo. Normalmente con cada nueva situación que vivimos las reacciones de nuestro cerebro se limitan a buscarle una explicación lógica y a enlazarla con otras situaciones parecidas que hayamos vivido antes para así poder marcar un patrón de conducta. Pero aquello no tenía ni una explicación lógica y por supuesto jamás había vivido antes una experiencia parecida.<br /><br />- Sí, claro... - Tartamudeé - Es mi padre.<br />- Pues hazte a la idea de que dentro de unos años tendrás que acabar con su vida.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiA-OJUse-BWIuc8LjX3PzTEM43Xltu9UbIirtOqSJ4qS7-GZmnEid6GasXG-Iyzreggnxmoy0tFX7MRpiD0sOlQr7CeBIx3QQKeV2I4C7OAIvCjlbuXjvu3Po0SxBGK5mm5OGB-bK2Veg/s1600-h/budapest_old-couple_half-lit_street_02.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiA-OJUse-BWIuc8LjX3PzTEM43Xltu9UbIirtOqSJ4qS7-GZmnEid6GasXG-Iyzreggnxmoy0tFX7MRpiD0sOlQr7CeBIx3QQKeV2I4C7OAIvCjlbuXjvu3Po0SxBGK5mm5OGB-bK2Veg/s320/budapest_old-couple_half-lit_street_02.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5137209106602651490" border="0" /></a>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-18659936945850253932007-11-20T20:13:00.000+01:002007-11-20T21:35:21.786+01:00Sincérate, Leonardo.<span style="font-style: italic;">- Necesitará descansar un par de días. Es recomendable que permanezca en observación y tome dos dosis de la medicina al día. Que coma ligero durante las primeras semanas, y que se pase periódicamente para hacerse un chequeo.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">- Muchas gracias, Pedro.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">- No hay de qué, señora. Ha sido un placer operar a su hijo. </span><br /><br /><br />Recordaba eso mientras estaba en aquel sofá, con un buen whisky en la mano escuchando buena música. Yo estaba excitado, casi nervioso. Si pudiera ser feliz, hubiera sido feliz en esos momentos, en casa de Pedro, dispuesto a terminar con uno de mis últimos objetivos, dispuesto a alcanzar por fin la paz suprema de haber terminado con mi camino. Tenía 34 años, habían sido más de 20 años de búsquedas, de frustraciones, de éxitos, de dudas... Pero por fin, en poco tiempo, todo terminaría. Con Pedro finalizaba un ciclo, después de él vendría el último y más importante paso para alcanzar el poder máximo. Todavía me acordaba de Melissa y sus palabras, aunque quedaran lejos.<br /><br />Pensaba todo esto mientras Pedro bailaba, algo bebido. Llevábamos toda la noche rememorando viejos tiempos, rememorando el día que nos conocimos y muchísimas más anécdotas que habían marcado una relación de más de 10 años:<br /><br /><span style="font-style: italic;">Mientras Pedro fue mi médico, siempre fue muy simpático con mi familia, y mucho más conmigo. Desde un principio mostró especial interés por mi supervivencia, y una vez después de operarme, siguió manteniendo el contacto conmigo en los continuos chequeos. </span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Ahí comenzó nuestra amistad. A Pedro le parecí una persona misteriosa e inteligente, y siempre se mantuvo cerca de mí y me ayudó en todo. Gracias a él pude vivir, y ganar el juicio. La cuantiosa cantidad de dinero que recibí como indemnización me facilitó mucho el trabajo a partir de entonces, y aceleró la sucesión de acontecimientos posterior. </span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Melissa siempre tuvo razón. Siempre decía que las cosas sucedían por una razón, y mi úlcera sólo había sido una prueba de fe. Y casi no la supero, casi tiro la toalla y llego a pensar que yo no soy el Leonardo del que hablaba Melissa, que yo no tenía ningún don. Pero la prueba fue superada, y el premio llegó casi instantáneamente: Pedro. No fue ninguna casualidad que yo conociera a Pedro. Es más, se suponía que yo debía conocerle, al igual que se suponía que yo debía </span><a style="font-style: italic;" href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/bienvenido.html">conocer a Melissa.</a><span style="font-style: italic;"> Todo estaba enlazado para que yo fuera pasando las pruebas y finalmente decidiera cómo debía ser el final de mi camino. Y Pedro jugaba un papel muy importante dentro de mis objetivos. </span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Sin embargo, cuando todo parecía predispuesto para que yo cumpliera con mi cometido, Pedro conoció a Sonia, y comenzaron a salir. Entonces todo se convirtió en una complicada maraña de mentiras y engaños que impedía completamente que llevara a cabo mis objetivos. Decidí que no era tan grave y no forzar los acontecimientos. Pensé que, como la mayoría de parejas, Pedro y Sonia no durarían demasiado, y que su amor no sería eterno. "Todo sucede por una razón" me repetía a mí mismo. Por lo que decidí centrarme en las demás personas que Melissa me había ordenado que identificara. Y así fue.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Mas cuando la cuenta atrás llegaba a cero, mi desesperación se volvió insoportable. Cuatro años habían transcurrido y todavía no habían acabado. Decidí intervenir. Aprovechando un momento de debilidad en su relación, </span><a style="font-style: italic;" href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/sonia.html">me acosté con Sonia</a><span style="font-style: italic;">. Mi sorpresa, contra todo pronóstico, fue que Sonia estaba enamorada de mí, y eso complicaba las cosas. Tenía que quitar a Sonia del mapa como fuera, que desapareciera de la vida de Pedro. Pero ella se empeñaba en quedarse ahí destrozando mis planes y su vida. Me vi obligado a provocar una situación incómoda y </span><a style="font-style: italic;" href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/sin-sexo.html">contárselo todo a Pedro, </a><span style="font-style: italic;">destrozando mi amistad con Sonia (lo cual me situaba en una posición bastante problemática para las desavenencias del futuro) y alejandome de Pedro. Pero era lo mejor en ese momento. </span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Pedro dejó de hablarbe durante unos meses. Pero al menos conseguí lo que quería y además de una de las formas más eficientes. Pedro, enfurecido, fue a hablar con Sonia. Entró en casa con los ojos fuera de sus órbitas y la cara roja de rabia. Sin mediar una palabra, arrojó su puño con todas sus fuerzas sobre la cara de Sonia. Seguramente la insultó de manera desproporcionada, mientras le partía los 4 huesos que la obligaron a ir al hospital de urgencia y que jamás la permitirían andar de forma natural. Después de aquello, Sonia desapareció de la vida de Pedro y yo, al cabo de unos meses, volví a hablar con él. </span><br /><br />Entré en su casa, me había costado muchísimo que me cogiera el teléfono y más aún que me dejara entrar en la misma casa donde me acosté con su ex novia. No obstante, la labia era lo mío, y sabía salir airoso de casi todas las situaciones sólo con la retórica. Melissa se había encargado de ello.<br /><a href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/sin-sexo.html"></a><br />Después de servirnos varias copas, Pedro se abrió. Seguramente era por el alcohol, pero ahora estaba mucho más simpático.<br /><br />- Sonia era una zorra - Decía - ¿Te puedes creer que me ha denunciado?<br /><br />Sus ojos balanceaban de un lado para otro. Yo callaba, sólo daba pequeños sorbos del delicioso whisky.<br /><br />- Tú y yo hemos tenido historia, Leonardo - Me agarró fuertemente del hombro - No dejemos que ninguna zorra nos la estropee. Y muchísimo menos vuelvas a dejar tú que ellas te coman el tarro.<br /><br />- Así lo haré, Pedro. - De hecho, no pensaba dejar que nadie más interrumpiera mis planes. No ahora que estaba tan cerca.<br /><br />- No puedo creerlo. ¡Somos amigos desde hace más de 10 años, Leonardo! - Parecía que lloraba, pero no lo hacía - En el fondo somos tú y yo los ganadores... Ni Sonia, ni ninggsuna otra zorra podría ganarnos. Después de todo sólo tú y yo seguimos aquí - Pedro estaba equivocado. El único ganador que había allí era yo.<br /><br />Pedro bailaba y bailaba, según pasaban los minutos estaba más y más borracho. Yo sólo podía pensar que eso me facilitaba las cosas.<br /><br />Por primera vez en muchísimos años, volvía estar nervioso. El corazón me latía fuerte y notaba cómo la adrenalina invadía mi cuerpo. Estaba tan cerca de conseguirlo todo... Pocos en esta vida podrían presumir de esa dicha. Lo que yo no sabía es que días después de aquella noche con Pedro, yo yacería muerto. Pero, ¿cómo podría saberlo? Era impensable.<br /><br />- Me sorprende muchísimo que hayas vevenido, Leonardo - Apenas podía entenderle al hablar - Pensé que después de la merecida paliza que le di a Sonia no querría saaasaber nada de mí. Siempre has ssido tan resputuoso con las mujeres (excepto con las de tussssss colegas)<br /><br />Y estalló en risas. Con su propio chicste. Creí que era el momento. No podía esperar más.<br /><br />- En realidad he venido para hablar contigo, Pedro. - Le dije en un tono serio que destrozaba todo aquel ambiente musical que vivíamos hasta ese momento. - Creo que hay una serie de cosas que debes saber.<br /><br />- ¡Dime, compañero! - Y volvía a reír.<br /><br />- Nada de esto ha sucedido por coincidencia, Pedro. Llevo muchísimos años esperando este momento, y pienso conseguirlo. Nada me va a echar atrás. Creo que nunca me has conocido del todo. Pero ni tú ni nadie. En realidad sólo habríais sido un estorbo. Y aún sin quererlo habéis sido un tremendo y jodido estorbo. - Me puse de pie - Tengo que decirte que cualquier otro, en mi situación, te habría querido hasta la muerte, pero yo no puedo permitirme esos lujos. Yo no puedo querer. Si quisiera no estaría aquí. Tampoco quiero querer. Es una pérdida de tiempo, y no sé si aunque quisiera podría querer. Eso no es lo importante, porque sí tengo sentimientos. Puedo odiar. - En ese momento acabó la música. Pedro me miraba extrañado. Yo no mostraba ningún tipo de inseguridad ni de duda. - Más de alguna vez has podido pillarme, y darte cuenta de todo lo que escondía, pero por tu bien, mejor que no lo hubieras hecho. - Hablaba pausadamente, en tono tranquilo. No quería sonar amenazador - Me conociste en una de las peores épocas de mi vida, y te agradeceré eternamente que hubieras sabido escuchar donde los demás sólo oían ruído y haberme salvado la vida. Aunque en realidad no tengo porqué darte las gracias. Pensar que esto es gracias a ti es dar por hecho que tú controlas tu vida, y no es así. Me salvaste la vida porque yo no podía morir, porque los planes que la vida me deparaba eran demasiado importantes como para dejarlos sin hacer. Y aquí es donde entras tú. - Pedro intentaba mantener la mirada recta, pero el alcohol no le dejaba. Comenzaba a darse cuenta de que algo no marchaba bien - Nunca has sido mi amigo, Pedro, sólo eres, por desgracia, una de las piedras angulares de mis planes. Y para que lo entiendas, antes de hacer nada, creo que mereces saber un breve porqué.<br /><br />Silencio. Magistral. Pedro no entendía nada, pero inconscientemente comenzó a temer por su vida. Agarraba la copa con fuerza, como si fuera ella la que le estuviera manteniendo en pie.<br /><br />- <span style="font-weight: bold;">Desde el día de mi undécimo cumpleaños comencé a identificaros, Pedro.</span>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-38938743093009505572007-11-20T20:00:00.000+01:002007-11-20T20:13:10.513+01:00Cruce de caminosEntré en la casa despacio. Contra todo pronóstico, me encontré con un lugar extremadamente acogedor, diminuto, ordenado, todo ello bañado por una luz tenue y un dulce olor que embriagan mi alma. Melissa había entrado en lo que parecía una cocina. Yo permanecí, sosteniendo mi brazo ensangrentado como podía, en el descansillo.<br /><br />Al poco apareció Melissa con unas toallas húmedas en la mano, y me indicó que pasase al salón. Un pequeño sofa, un equipo de músca, una mesilla, un sillón de terciopelo verde y una enorme estantería con libros. Sin televisión. Demasiada simpleza para una mujer de 40 años. <br /><br />En un principio pensé que se encargaría de limpiarme la sangre, pero no fue así. Me entregó las toallas, y se sentó en el sillón. Cruzó las piernas, se encendió un cigarro y observó cómo me limpiaba la sangre. Un gato entró en el salón, dio un salto y se sentó sobre las piernas de Melissa. Ella acarició su laceo y negro pelaje.<br /><br />Me costaba muchísimo quitar la sangre seca de mi brazo malherido. Poco a poco fueron apareciendo las verdaderas heridas, numerosos arañazos, algunos realmente profundos, que me marcarían el brazo de por vida.<br /><br />Melissa me miraba con picardía, parecía que sonreía, al menos en su interior.<br /><br />- Es muy curioso que seas tú quien haya matado a mi gato.<br /><br />Esa frase no tenía ningún sentido ni connotación para mí en ese momento. Pero Melissa, como siempre, tenía muchísima razón. Era realmente curioso que yo, entre todos los niños de 11 años del mundo, hubiera acabado aquella tarde en su casa. Era algo como el destino. Tendría tiempo para darme cuenta del vínculo que nos unía a Melissa y a mí.<br /><br />No paraba de mirarme de forma penetrante. Y yo a cada segundo que pasaba me sentía más y más intranquilo.<br /><br />- ¿Cuál es tu nombre?<br /><br />- <span style="font-weight: bold;">Leonardo</span>, señora.<br /><br />- Leonardo... uhm - Meditó durante unos segundos. Luego, dijo - No conoces la historia de tu nombre, ¿verdad?<br /><br />- No, señora. - Dije obediente.<br /><br />- Pues creo que deberías conocerla. Dentro de poco te la haré saber.<br /><br />No sabía a qué se refería. Cada momento que tornaba a ser pasado sentía que esa señora conocía más de mí de lo que pensaba. Y me inquietaba, porque no la conocía de nada y no parecía tener ningún tipo de relación con mis padres.<br /><br />Quedaban apenas unos minutos para que mi vida diera un giro monumental. Para que por fin <a href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/plot-point.html">aquel hecho</a> me fuera revelado. Lo presentía. Todo aquello no era casual. <span style="font-style: italic;">No podía </span>ser casual. Melissa me conocía, ahora estoy seguro, y sabía lo que tenía que hacer para que todo se desencadenara según sus planes. Cómo logró que yo diera con ella, para mí es un misterio. Poco a poco sabía que Melissa estaba allí para algo, ella le iba a dar sentido a mi vida y me iba a instruir en el camino para el que yo nací. Puedo decir que desde aquel momento ya comenzaba a sentirme especial, notaba como mi don se iba apoderando de mí, aunque aún desconocía sus ventajas y me llevaría años perfeccionarlo. Melissa me miraba, casi sonreía. Tenía razones para hacerlo.<br /><br />- Leonardo, ¿crees en el destino? - Preguntó con picardía.<br /><br />- No, señora.<br /><br />Sus arrugas tornaron aún más macabras. Formaron sombras en su cara. Su mirada descubría una satisfacción infinita.<br /><br />- Pues dime qué es lo que te ha traído hasta aquí. Porque resulta muy curioso que en este preciso momento de mi vida aparezca un chico de 11 años de la nada, llamado Leonardo, que mata a mi gato y que, casualmente, podría resultar extremadamente útil.<br /><br />Me quedé mudo.<br /><br />- Acompáñame, Leonardo, voy a mostrarte algo que te demostrará lo que es el destino.Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-47858577730722265042007-11-16T17:38:00.000+01:002007-11-16T19:54:34.429+01:00PsychoEra la tercera visita en sólo un mes. Desde mi recaída el mes pasado, no había parado de tomar medicamentos y asistir al psicólogo. Mi madre estaba bastante preocupada, mi padre... mejor no hablar de él.<br /><br />No era que le hubiese cogido pánico al psicólogo, ni que fuera alguien totalmente desconocido para mí... era que sentía que mentirle todo el tiempo durante una hora tres veces a la semana no me iba a ayudar demasiado. <a href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/soy-especial.html">La úlcera</a> me estaba suponiendo un serio problema en cuanto a la materialización de mis objetivos se refiere. Había dejado de tomarme la medicación y mi estado físico había empeorado. Todo tan sólo por mi sabia testarudez.<br /><br />Apenas podía comer. Ni salir de casa. Apenas podía vivir. Entiendiendo por "vivir" avanzar en mis investigaciones. Todavía tenía que identificarlos, casi a más de la mitad. Mi orgullo había quedado casi destruido al ver que mi muerte estaba demasiado cerca. Demasiado cerca. No dormía, sólo buscando maneras de poder hacerlo todo antes de morir. Pero era imposible. Materialmente, era imposible. Tenía que resignarme habiendo fracasado. Y fue este fracaso el que me llevó hasta el filo de la locura.<br /><br />Comencé a desvariar, las fiebres eran comunes y los vómitos aún más. Si salía de casa, a los cinco minutos perdía el equilibrio. Era un ser totalmente inútil que dependía de los demás. Y eso me hacía sentir aún más repugnante e inútil. Insisterion día tras día en la idea del psicólogo, tuve que fingir normalidad e ir allí. Sus preguntas apenas me inquietaban, sabía mentirle bien, pero mi dolor constante de estómago, la angustia de saber que yo no era quién creía que era, sumado a una inestabilidad emocional enorme hicieron de mí un ser que ahora veo como totalmente desconocido. Fue la época oscura de Leonardo Stigliari.<br /><br />Mi psicológo era una persona cuanto menos carismática. Desde el primer momento que supe que era psicólogo le llamé <span style="font-weight: bold;">Psycho, </span>aunque su nombre real habría dicho muchísimo más de él. Eso ya es más difícil de contar. Era una persona totalmente fría, de mirada perturbadora, de unos 45 años, siempre vestido con frac y un peinado bastante cuidado. Sus gestos se caracterizaban por una sutileza abrumadora, que convergían perfectamente con su delicadeza y precisión. Hablaba pausadamente, con voz grave, siempre escogiendo a la perfección sus palabras. Si yo hubiese tenido pensado llegar vivo a esa edad, me habría gustado ser como él. No era tan extraño, con el tiempo me di cuenta de que Psycho era más parecido a mí de lo que yo pensaba y que nos unía un vínculo especial.<br /><br />- ¿Cómo han evolucionado tus relaciones personales últimamente, Leonardo?<br />- No tengo relaciones personales...<br /><br />Aunque <a href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/bienvenido.html">Melissa</a> ya no formara parte de mi vida, ella siempre me había prohibido que le hablase de ella a nadie. Y, al menos con Melissa, siempre cumplía mis promesas.<br /><br />- ¿No crees que sería una buena manera de afrontar estos últimos meses? ¿Con alguien a tu lado? ¿Dejando amor en el mundo?<br />- Sinceramente, no lo pienso, señor.<br />- ¿Por qué? - Preguntó arqueando las cejas.<br /><br />Sin apartar la vista de su mirada incansable, le respondí con seguirdad:<br /><br />- Porque no les puedo dejar a los demás algo que no tengo ni siquiera para mí mismo. Enfocar hacia los demás la atención de los últimos meses de mi vida sería perder el tiempo, creo que hay cosas que merecen más mi atención.<br />- ¿Qué tipo de cosas? - Preguntó sin dejarme acabar la frase.<br /><br />No sabía qué responderle. Melissa siempre me había exigido discreción.<br /><br />- Increpancias de mi interior, señor.<br />- Necesito que abras tu corazón para poder ayudarte a focalizarlo.<br />- No se da cuenta de que no necesito ayuda.<br />- ¿Qué necesitas? - Hacía exactamente las preguntas que llevaban a todos mis secretos. Psycho era muy bueno.<br />- Más tiempo.<br />- ¿Para qué?<br /><br />Encontré una manera de explicárselo que parecía muy común a todas las personas, pero que en realidad me definía perfectamente. Quizá, yéndome por el camino de la mentira, los consejos de Psycho podrían ayudarme.<br /><br />- Cada persona tiene sus propios hechos, su propio camino. Unos lo deciden antes, otros lo deciden después. Yo lo decidí hace tiempo. Siempre he querido marcar una serie de pautas de las que no quería salirme. Y eso lo hace todo el mundo en mayor o menor medida. Dígame, señor, si no es común la frase "no quiero morirme sin hacer ésto". Ahora que sé que voy a morir, esa frase cobra mayor importancia en mi, y es demasiado angustioso saber que es probable que muera sin haber completado mi camino. Eso me lleva a pensar que quizá el destino no me tenía encomendado completarlo, que esos no son los hechos correctos.<br />- ¿Cuándo decidiste tu camino?<br />- ¿Cómo? - Pregunté extrañado.<br />- Sí, has dicho que decidiste tu camino hace tiempo. ¿Cuándo?<br />- A los once años.<br />- Muy pronto... - Dijo frotándose la barbilla.<br />- No. Demasiado tarde, señor. - Dije con prepotencia, interrumpiéndole, corrigiéndole. - Si hubiese abierto los ojos antes, probablemente ya habría terminado.<br />- ¿Qué pasó? Cuando tenías once años.<br /><br />Había aprendido a controlar mi seguridad y apenas temía. Le miraba desfiante. Hacía exactamente las preguntas cuyas respuestas podían desnudarme. Psycho era una persona perspicaz. También cabe mencionar que yo, para él, no era un paciente cualquiera.<br /><br />- Necesito que colabores, Leonardo. Sé que en realidad no deseas estar aquí, pero creo que hay algo dentro de ti que falla. Y es sólo tu elección solucionarlo o no. Y más ahora que sabes que apenas tienes tiempo. No digo que tus valores no sean válidos, pero creo que necesitan una revisión. Y yo te puedo ayudar en eso. Sólo necesito que te abras a mí, que me cuentes aquello que tienes encadenado a tu alma. No puedes llevarte eso a la tumba. - Yo mantenía mi mirada, desafiante, entrecerrada. Me parecía tan banal lo que me estaba diciendo Psycho, que apenas me planteaba cada cosa que decía. - En las anteriores sesiones me has hablado de tu vida en líneas generales, me has contado a qué te dedicas y has mencionado algunas personas importantes. Pero creo que no hemos hablado de una de las principales figuras en la vida de una persona. - Él no podía conocer a Melissa - Háblame de tu padre.<br /><br /><span style="font-style: italic;">Creo que hablar de mi padre va a resultar mucho más difícil de lo que imaginaba.</span>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-30728053317434857502007-11-15T22:55:00.000+01:002007-11-15T23:58:23.530+01:00BienvenidoSólo podía mirar al gato. No me atrevía a levantar la vista. Sentía un cúmulo de sensaciones dentro de mí, pero ninguna llevaba al arrepentimiento o a la culpa. Al contrario. Todas radicaban en un profundo odio y una irritación soberbia porque alguien había osado interrumpir mi ritual. Poco a poco levanté la mirada. Y allí estaba ella. Sólo con su mirada, y habiendo oído dos frases suyas, sabía ante el tipo de persona que estaba en ese momento.<br /><br />- ¿Y qué? - Dijo secamente - ¿Piensas decir algo?<br /><br /><br />Silencio. En realidad no sabía qué decir. Supuse que quería oír algún "lo siento" y eso es lo último que me habria salido en ese momento.<br /><br />- Ya veo que no quieres hablar. - Adoptó una posición holgada, y se frotó la barbilla con los dedos - Creo que vas a tener que acompañarme.<br /><br />- ¿Acompañarle? - Dije inmediatamente abandonando mi postura silenciosa - ¡Ni hablar!<br /><br />La mujer cambió la expresión. Su rostro, totalmente serio, expresaba muchísimo más que el de su difunto gato. Sus arrugas parecían pelearse entre ellas para contarme todas las vivencias que habían visto, que no parecían haber sido pocas. Su boca de labios finos, sus ojos color miel, casi amarillentos... todo parecía tener boca y unas ganas de hablar inmensas. No sabría haber dicho cuánta edad tenía, pero su pelo canoso sin teñir le hacía parecer más vieja y lúgubre de lo que ya lo era. Su mirada casi dañaba, totalmente segura de sí misma, parecía que el que hubiese matado a su gato apenas le importaba. Desde que había llegado casi ni lo había mirado. Y entonces fue cuando comencé a sentirme inseguro y desprotegido.<br /><br />- No te lo estoy pidiendo, jovencito. - Exhortó.<br /><br />No sabría explicar bien porqué, pero algo dentro de mí me impulsó a levantarme y a seguir a aquella mujer. Me había olvidado completamente del gato. Poco a poco el dolor de mi brazo iba reapareciendo, y entonces sentí el escozor producido por el sudor del nerviosismo, que penetraba poco a poco en los numerosos arañazos de mi brazo izquierdo.<br /><br />Ella era alta, su vestido negro envuelto en trapos no me llamó especialmente la atención, pero era porque algo de esa señora me embriagaba el alma y captaba todas mis miradas. Su manera de andar, su manera de mirarme, de guiarme, no podía menos que enamorarme. Pronto ocupó el puesto de líder y aceleró el paso, dejándome visible sólo su espalda. Daba por hecho que la seguía porque no miró hacia atrás en ningún momento.<br /><br />- Mi hogar está a la vuelta de esa esquina. - Dijo rompiendo el silencio justo cuando el atardecer ya se despedía - Allí esperaré la explicación sobre la muerte de Waldo.<br /><br />La inseguridad se estaba manifestando en constantes sudores fríos y un tembleque casi inaguantable. No pensaba ni en mi padre ni en mi madre, seguramente seguirían discutiendo en casa, y tampoco me echarían de menos. Su casa, a pie de calle en un callejón, inspiraba un secretismo estremecedor. No conocía aquella calle. Ni siquiera conocía aquel barrio. Comencé a pensar que quizá la señora quería matarme como venganza. Aún así, estaba dispuesto a entrar en su casa, no tenía apenas nada que perder, y sentí que tenía muchísimo que ganar.<br /><br />Abrió la puerta, con sumo cuidado. Sonó un chirrido que hizo eco en el callejón. Una luz tenue y un dulce olor salían de aquella casa. La mujer se dio la vuelta y me miró. Creí ver una sonrisa en su cara, pero no era así. Con el tiempo me daría cuenta de que ella nunca sonreía.<br /><br />- Bienvenido a la dulce y acogedora casa de Melissa Bornhart.Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-16419491350966567602007-11-13T19:16:00.000+01:002007-11-13T20:48:39.965+01:00Ineptitud Natural Humana<div style="text-align: justify;">- <a href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/sin-sexo.html">Prométeme que jamás se lo dirás.</a><br />- Tenemos que decírselo...<br /><br />Sonia buscaba en mis ojos una respuesta. Una respuesta que no encontraría. Denotaba inseguridad y, quizá, un matiz de arrepentimiento. Yo... yo sólo denotaba ganas de no estar allí, de salir volando, si hubiera podido.<br /><br /><a href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/sonia.html">Después de todo lo ocurrido</a>, no decíamos ni una palabra. Ambos estábamos tumbados en la cama, desnudos, oyendo el silencio. Hacía rato que el cd "Mama said" había acabado. Me encendí un cigarro, y fumé mirando en el reflejo del espejo la esbelta espalda de Sonia. Estaba totalmente tranquilo. Si no hablaba Sonia con Pedro, hablaría yo.<br /><br />- ¿Cuándo hablaremos con Pedro? - Preguntó Sonia interrumpiendo el silencio.<br />- <span style="font-style: italic;">Hablarás</span> con él cuando vuelva de Florida. - Le contesté.<br />- Eso es la semana que viene.<br />- Lo sé...<br />- Pero... ¡Me echará de casa! Y no tengo a dónde ir - Decía angustiada.<br />- Sabes bien que, si quieres, Pedro te perdonará, y que jamás te echaría de casa si no tienes dónde quedarte. - Dije con un deje de histeria.<br /><br />Reinó el silencio. Parece ser que ante las realidades innegables Sonia no se atrevía a replicar. Las mujeres son así. Y lo digo sin ningún rastro de misoginia en mis palabras, pero siempre intentan salirse con la suya modificando la realidad, y aparentando que hacen lo que hacen porque no les queda otra opción. Conocen la manera de aprovecharse de la debilidad del falo. Saben cómo organizárselo para salirse con la suya. En este sentido yo soy medio mujer.<br /><br />Sonia se incorporó y se acercó a mí. Me abrazó.<br /><br />- Se lo diremos, Leonardo. - Dijo con seguridad. - Pero se lo diremos juntos.<br />- Si quieres se lo puedo decir yo, no tengo ningún problema.<br /><br />No tenía ningún problema.<br /><br />- ¿Sabes? La semana que viene cumples 29 años, y creo que se me está viniendo a la cabeza el regalo perfecto para ti - Dijo Sonia sonriendo dulcemente. A mí me parecía horrible el ámbito de pareja que habíamos alcanzado de un punto a otro. Prosiguió: - Creo que es mejor que se lo digamos juntos. Así verá que ambos asumimos nuestra parte de culpa y que queremos pasar página juntos, que no ha sido algo trivial.<br /><br /><span style="font-style: italic;">¡Error!</span><br /><br />- ¿Cómo dices? - Pregunté extrañado.<br />- Exactamente eso, que ésto ha pasado porque hay algo entre nosotros...<br /><br />Sonia acababa de convertirse en un problema. <span style="font-style: italic;">¿Nosotros? ¿Trivial? ¿CULPA?</span> Me estaba comenzando a marear.<br /><br />- Estás muy equivocada, Sonia.<br />- Pensé que esto significaba un cambio... - Su rostro había cambiado totalmente de expresión. Seguía escrutando una respuesta en mis ojos. Mi mirada no le expresaría nada que pudiera entender.<br />- Significa un cambio en el sentido de que ésto va a suponer que lo tuyo con Pedro se vaya al traste.<br /><br />Sonia se quedó muda. En estas ocasiones pongo en duda la inteligencia humana y su capacidad de comprensión para diversas situaciones. ¿Acaso no era obvio que yo sólo quería ser su amigo? ¿Acaso ella no era capaz de medir el daño que le supondría a Pedro que su pareja y su mejor amigo se acuesten y sean felices juntos? ¿Acaso Sonia no notaba que yo no quería estar allí? Me dispuse a aclarárselo todo sin que hubiera lugar a dudas:<br /><br />- Se lo contaremos a Pedro, y seguiremos siendo amigos. Al menos tú y yo. - Le dije con seguridad - No destruiremos lo que tenemos. - Sonia parecía no entenderlo - Pero escúchame bien, Sonia, si Pedro insiste en perdonarte, déjale. No sigas con él. Es lo mejor que puedes hacer ahora. Él se sentirá dolido, tú intentarás contentarle pero nunca lo conseguirás porque su rencor no le dejará ver más allá de su odio, y sólo conseguiréis entrar en un círculo vicioso del que es muy difícil salir. - Si quería que mis objetivos se cumplieran a la perfección tal y como <a href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/lecciones.html">Melissa</a> me había dicho, no podía permitir que Pedro y Sonia siguieran juntos. - ¿Lo entiendes?<br /><br />Sonia afirmó. Parecía no estar demasiado de acuerdo, y encontrarse sumamente perdida, pero al menos había afirmado, por lo que pude respirar tranquilo al ver que mis planes estaban yendo de acuerdo a lo preparado. No entendía porqué le costaba tanto entenderlo, y yo tampoco entendía porqué no había encontrado otra manera de llevar a cabo mis planes. Pero es que por más que lo pensaba no encontraba otra manera. ¿Qué necesidad tenía yo de acostarme con Sonia? Claramente lo que me había llevado hasta allí había sido algo más que el placer sexual que Sonia podía darme. De hecho, el placer sexual para mí era completamente prescindible.<br /><br />Apagué el cigarro. Sonia me soltó y se incorporó. Sus ojos eran una bomba de relojería a la que le faltaban pocos segundos para estallar en lágrimas. Se puso una bata blanca, se recogió el pelo. Yo permanecí tumbado en la cama, mirando al techo. Sonia se miraba en el espejo. Parecía querer deshacer todo lo acontecido en las últimas horas, parecía sentirse sucia. Y entonces comenzó a agitar la cabeza haciendo gestos negativos, y gritó:<br /><br />- ¡No puedo perder a Pedro! - La bomba de relojería había estallado. Sus lágrimas caían por sus sonrojadas mejillas de forma estrepitosa. Se lanzó a la cama, me cogió la mano, y me dijo: - Por favor, Leonardo, no se lo digas. No pasará nada, pero... no estoy segura de que quiera perderle, y tampoco quiero romperle el corazón. Seguiremos siendo amigos, claro que si, pero no se lo digamos, por favor...<br /><br />Ahora ya sí que sí había perdido la paciencia. No podía con la incompetencia de los demás seres humanos. Me levanté y me vestí tan rápido que apenas Sonia pudo ver por última vez mis genitales. No me quedaba otra que hacerlo a mi manera y forzar las cosas, esto es, actuar de una manera que Sonia jamás habría esperado y que pondría en evidencia la coherencia de mi manera de ser con respecto a los que creían conocerla.<br /><br />- Me voy, Sonia. - Le dije.<br />- ¿Por qué? - Preguntó extrañada.<br />- Porque no me siento cómodo - Contesté sin mirarla - Pero tranquila, no se lo diré.<br />- Gracias...<br /><br />Tuve que mentirle para que estuviese tranquila y no se interpusiera más de lo necesario en mis planes. No me extrañaba la actitud de Sonia para nada. Era una persona que temía enormemente la soledad, si sabía que conmigo no podía estar, no podía quedarse sin Pedro, y ésto le había llevado a actuar de esa manera tan cobarde. De todas formas, eso es lo que menos me importaba. Ella no significaba nada para mí, pero siempre había sido imprescindible en mi vida para que todo fuera según Melissa quería. En cuanto Pedro volviera de Florida, hablaría con él y se lo diría todo. Obligaría, sí o sí, a que Pedro tomase la determinación de dejar a Sonia. Pero no sería fácil. Eran cuatro años de relación los que tendría que echar abajo y Sonia siempre había estado detrás de Pedro, complaciéndole, la mayor parte de las veces, injustamente, en todo. Aquella infidelidad solo supondría una muestra de la debilidad de su supremacía masculina, y no tardaría tiempo en reponerla destrozando la conciencia de la pobre Sonia con la actitud que tomaría a partir de entonces. Pedro era así. Tendría que forzar una serie de circunstancias que, inevitablemente, desembocarían en el final de su relación. Aunque tuviera que emplear métodos crueles, debía hacerlo. Aquello respondía a necesidades de mucho mayor grado, ellos no eran nada comparados con mis planes. Sabía que le rompería el corazón a Pedro por partida doble, y probablemente Sonia se sentiría traicionada tras enterarse de que yo se lo había contado a Pedro. Pero, sinceramente, me era completamente indiferente el número de corazones que tuviera que partir para completar mis objetivos.<br /><br />Me puse la chaqueta, le cogí el paquete de Marlboro a Sonia y me dispuse a salir por la puerta. No podía sentir más rabia en ese momento al ver cómo se había complicado todo y que tendría que esperar aún más tiempo para ver mis sueños cumplidos.<br /><br />Miré a Sonia con desdén y crucé el pasillo. Ella me siguió. Justo antes de salir por la puerta, me dijo:<br /><br />- Te quiero, Leonardo.<br />- Yo también <span style="font-style: italic;">me quiero</span> - Le contesté.<br /><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">Leonardo Stigliari</span></div>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-22269753564529361512007-11-12T17:27:00.000+01:002007-11-12T17:43:17.230+01:00El gato negroEra alto, encorvado, siempre con la mirada en el suelo, pero viendo de reojo todo lo que acontecía en el mundo sin que nadie lo supiera. Mis ojos verdes lo observaban todo. El atardecer se había detenido en ese preciso momento. Iba adentrándome en la calle poco a poco, como disfrutando de cada paso y el eco que producía. Sentía incluso más paz que <a href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/cruzando-la-avenida.html">cuando estaba en la soledad concurrida de la gente</a>. A partir de ese momento comencé a valorar la soledad como un método para pensar con claridad.<br /><br />Mis ojos, ávidos de conocimiento, observaban cómo los edificios de ladrillo rojo que encerraban aquella calle desierta se erguían con una imponencia totalmente humilde. El suelo, hecho de aglomerado de rocas, respondía perfectamente a cada uno de los pasos que daban mis pequeños pies. No podía ver el final de la calle, ya que giraba en un ángulo de 90 grados hacia la izquierda. Los cubos de basura, las salidas de incendio, las ventanas, algunas rotas... Todo se veía bañado por el color dorado del atardecer, que proporcionaba una grandiosidad abrumadora a aquella calle que para cualquiera pasaba desapercibido. Ante todo, era un lugar acojedor. Mis pupilas, que no paraban de moverse, se detuvieron en los ojos rasgados color miel de un gato negro que se encontraba antes del giro de la calle. No, no era un gato negro. Era el gato negro.<br /><br />Estaba totalmente firme, sin moverse, y me devolvía la mirada. Yo me acercaba, le imponía mi valentía. Él, quizá como precaución, no se movía. Sabía que los gatos no tenían rostro, pero aquel gato podía tenerlo, y justo en aquel momento estaba totalmente inexpresivo. Era una inexpresividad tan grande que me infería el vacío en su máxima potencía. Una inexpresividad que expresaba. Su pelo era liso como la seda, su color, negro mate del tono de la más profunda noche. Justo cuando decidí acercarme ladeó ligeramente la cabeza para mirar hacia su derecha. Acto seguido volvió a mirarme. No supe qué fue lo que había visto.<br /><br />Maulló. "No te acerques", parecía decir. Lo hice. Junto a aquel gato comencé a sentirme especial. Maulló más fuerte. Y luego más. Cada paso que daba era un maullido más fuerte que el anterior. Y cuando estuve suficientemente cerca, me arañó. Fue un movimiento sumamente rápido, apenas tuve tiempo de reaccionar y ver cómo sacaba las uñas y las hundía en la tierna carne de mi brazo izquierdo.<br /><br />Mis ojos verdes se abrieron y chillaron de dolor. Casi por inercia cogí al gato por la cola y lo alcé mirando cómo se balanceaba, maullando de dolor, y arañaba mi brazo cuando tenía la oportunidad. Es de las primeras veces que hice uso de mi supremacía física.<br /><br />El gato pareció desistir cuando vió que mi rabia me había hecho inmune al dolor de sus arañazos. Ésto aún me pasa ahora. Un hilo de sangre continuado corría por mi brazo hasta parar a su pelaje. Gota tras gota. Según la sangre bañaba su cuerpo, el gato se tranquilizaba. Lo posé en el suelo, y exprimí la sangre de mi brazo para bañarlo en el líquido de la vida. Yo sonreía. Ahora no me arañaba, estaba totalmente dócil, y se dejaba empapar tranquilamente por mi sangre.<br /><br />Unos segundos después la pequeña cabeza del gato negro estaba completamente aplastada por una piedra. Y mi mano encima de la piedra. Ahora sonreía más.<br /><br /><a href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/slo-el-principio.html">El sonido de la avenida </a>ya quedaba lejos, aunque en realidad era yo, que había quedado absorto ante aquel macabro e improvisado ritual. Había ido escalando en niveles de paz, y ahora estaba en la paz más absoluta. Mi mente se había despejado. Mi padre, mi madre ensangrentada, los gritos, las palizas... todo eso había pasado a un segundo plano gracias a aquella calle.<br /><br />Observaba la escena: el cráneo del gato hundido tras mi mano, sus huesos deformados, sus ojos estallados, su cuerpo bañado en sangre. Estaba orgulloso de mi proeza. Pero todo mi juego interior se vio interrumpido por unas cortantes y secas palabras, plantadas con seguridad y concisión, que no dejaron lugar a ningún tipo de réplica:<br /><br />- Has matado a mi gato. Espero que tengas una buena explicación para ello.<br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">Leonardo Stigliari.</span>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-12382147046539100952007-11-11T22:02:00.000+01:002007-11-12T16:19:45.721+01:00SoniaSonia llamaba desesperada por todos los teléfonos de mi casa. Casi era inevitable que pudiera escaparme yo de sus problemas. Era su amigo, el supuesto era que yo le contestara. Así lo hice.<br /><br />Tuve que hacer un esfuerzo mental por reorganizar mis ideas y ver que lo que Sonia me estaba pidiendo era que desestructurara todos mis planes de aquella tarde y fuera a verla urgentemente. Como siempre, si era lo que debía hacer, así lo hice. No podia permitirme perder a alguien como Sonia en esos momentos de mi vida.<br /><br />Acordamos vernos en el parque donde conocí a Pedro. Como en todo lo demás, aparecí yo antes. Mientras esperaba, iba repasando cada una de las respuestas que Sonia querría oír. Yo sabía porqué estaba allí, sabía lo que había sucedido en la desmejorada vida de Sonia, y sabía de qué modo debía reaccionar si por la noche quería estar en casa leyendo Dostoievski. Mas esa noche no leería Dostoievski. Esa noche no dormiría en casa.<br /><br />La amistad entre Sonia y yo era muy sana. Ella me apreciaba muchísimo, pero yo en cierta manera también a ella. Pero en cuestiones sexológicas era exactamente igual a las demás. Para mí, claro.<br /><br />Sonia hizo acto de presencia. Su peculiar juego de piernas, su sonrisa casi cegadora y su sutil y atrevido movimiento de brazos venían ocultos por una capa de tristeza y amargura que casi se estaban apoderando de mí. Ojos hinchados de llorar, pelo revuelto, quizá de darse golpes en la cama, era lo unico que veia en Sonia en esos momentos.<br /><br /><span style="font-style: italic;">"¿De verdad es tan serio </span><i style="font-style: italic; font-weight: bold;">esta vez</i><span style="font-style: italic;">?"</span>. Todo indicaba a que sí.<br /><br />Me abrazó y me apretó como si se tratase de la vida misma deslizándose entre sus dedos. Y lloró... y lloró. Lloró.<br /><br />Sintiendome bastante incómodo, le compré un cafe de moca con chocolate. El calor le sentaría bien. De hecho, la tranquilizó. Entonces pude distinguir palabras entre aquella maraña de balbuceos que soltaba, uno tras otro. Sin parar.<br /><br />Pedro había estado marchando y volviendo de América ininterrumpidamente desde hacía dos años. Sonia se enamoró de él hace cuatro. Yo conocí a Pedro hace diez. Sonia estaba aguantando mucho más de lo que su corazón amaba. Cierto era que Pedro era una persona de difícil comprensión, de dudosa fidelidad y muy seco en muchas ocasiones, pero no sólo era ese el problema. Todo eso se sumaba a una excesiva dependencia por parte de Sonia y a una manera muy simplista de ver la vida. Era como mezclar pólvora y fuego. Pólvora y fuego.<br /><br />Sonia sabía que Pedro estaba con otra[s]. Mejor dicho, ella lo creía. Yo lo sabía. Esperé a que Sonia terminara de contar aquellas cosas que yo consideraba inoportunas, para, poco a poco, dejar deslizar mis palabras entre sus oídos, para convencerla a sí misma de que aquello que estaba viviendo era una mentira creada por sí misma. No dije nada de lo que sabía, ni nada de lo que creía, ni de lo que era justo o injusto. Sólo aquello que Sonia quería oír, y así se tranquilizó. Se irguió en si misma en un acto de orgullo, y afirmó concienciudamente que esto no la derrumbaría. Pobre de ella por pensar así... Gran parte de mi don consistía en ver más allá de lo que los demás eran capaces de ver. Su ignorancia les consumía. No así a mí.<br /><br />Sonia se sintió obligada a devolverme el café de moca y me convidó a subir a su casa. Dado que mi día ya no tenía sentido después de aquel innecesario bache, decidí hacerlo.<br /><br />Con música de Lenny Kravitz envolviéndome, y un suculento vaso bajo de Jack Daniels en la mano, Sonia comenzó a mostrarme su verdadera faceta. Estaba animada, sensual, sonreía. No conseguía entenderlo pero la veía preciosa. Seguramente era por ver a una mujer tan fuerte como Sonia a caballo entre la tristeza y la alegría, con sus ojos hinchados y una sonrisa deslumbrante, con la cara demacrada y sin maquillar y un pelo que muchas habrían deseado tener. Definitivamente se trataba de eso.<br /><br />Fuera se oían truenos y ya anochecía. Sonia me regalaba demasiados abrazos, uno detrás de otro iban perdiendo el poco significado que podrían tener. Me arrastró hasta su habitación, esperé sentado en la cama. Subió el volumen de "The Difference is why" que sonaba en aquel momento. Al volver, su cara mezclaba picardía y anarquía. Me pidió que me levantara y me abrazó. Fuerte. Fuerte. Veía en el enorme espejo de la habitación mi rostro de incomprensión, y mis facciones descompuestas. Mis brazos arriba sin abrazarla, sosteniendo el vaso, y ella agarrada a mí como si fuera su ultima esperanza. Su blusa escondía una espalda fuerte, perfecta, dorada, preciosa. Sentí la necesidad de verla, y sin que ella notara mis intenciones, se la quité. De hecho, me equivoqué. Subestimé su espalda. La abracé. Fuerta, sentí la carne de su espalda entre mis manos, sentí como ella se derretía entre ellas. Al poco, me di cuenta de que el sujetador también era un problema. Necesitaba su espalda completamente desnuda.<br /><br />Fue entonces cuando sonia me desnudó con la mirada. Penetró en la mía preguntándome qué quería decir todo aquello, buscaba una explicación en mis ojos. Explicación que no quería darle.<br /><br /> - Pedro no merece ésto... - Dijo dulcemente.<br /><br /><span style="font-style: italic;">"Yo tampoco".</span> Pensé<br /><br />Tenía una erección que casi dolía. Yo sabía en realidad que no tenía porqué no hacerlo, pero tampoco tenía porqué hacerlo. No soy nadie que tenga que juzgar si Pedro lo merecía o no, pero era totalmente obvio que Pedro era totalmente ajeno a lo que estaba sucediendo allí.<br /><br /> - Pedro es tu amigo...<br /><br /><span style="font-style: italic;">"¿Lo era?".</span><br /><br /> - Lo sé.<br /><br /> - A decir verdad, tengo que decirte algo... - Me dijo mirando al suelo.<br /><br /> - No lo digas. <i>"No lo digas, por favor".</i><br /><br />Y la besé. No quería que lo dijera, no quería complicar más las cosas de lo que ya lo estaban. Aún hoy pienso que besarla fue lo mejor que pude hacer en ese momento. Estoy orgulloso de ello.<br /><br />Casi en una fracción de segundo, consumidos por la pasión, ambos nos desnudamos. Los senos de Sonia eran, a la vista,dulces. No existía otra palabra para definirlos. Su sabor, su textura, su color. Todo dulce. Su sexo, húmedo y voluptuoso, me esperaba. Me esperaba a mí. Ya no esperaba a Pedro. No demoré demasiado la espera. La unión de mi sexo con el suyo sonó, al menos refiriéndome al grito gutural que salió de su boca, como el eco en una cueva profunda y negra. Mi sexo entró hasta las más hondas profundidades de Sonia, y no sólo físicamente.<br /><br />El pelo de Sonia se alborotó aún más, sus ojos quedaron aún más hinchados porque, ni siquiera yo lo sé, no paró de llorar mientras mi sexo estuvo dentro de ella. Mi eyaculación, lenta, pero potente, llenó su interior. De hecho, sentí como hasta el cristalino de sus ojos se secaba, sentí como las yemas de sus dedos se arrugaban, cómo todo el vello de su cuerpo se erizaba, su boca quedaba seca, su sexo expulsaba fluidos sin parar; sentí como sus músculos se tornaban rígidos... Ella no supo porqué fue. Yo sí. Mi semen estaba frío, carente de vida, haciendo apología a todo lo que en realidad era yo. El contacto de mi semen con su cuerpo lo cambió todo dentro de su interior. Ella lo sintió, pero nunca lo supo.<br /><br />Mirandonos a los ojos, desnudos el uno frente al otro, sin pensar, porque era imposible hacerlo, sólo sintiendo la paz...<br /><br /> - Estoy enamorada de ti, Leonardo...<br /><br />"<i>te dije que no lo dijeras, joder...</i>"<br /><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">Leonardo Stigliari.</span>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-5209959668627926462007-11-11T20:28:00.000+01:002007-11-11T20:51:46.362+01:00Cruzando la avenidaNadie reparaba en la existencia de alguien tan minúsculo como yo. Gente venía, gente iba. Era exactamente lo que necesitaba: estar, pero sin estar realmente. Nadie habría dicho que yo estaba allí, la gente me golpeaba cuando interrumpía su paso rápido, pero en realidad no sabían que lo hacían. Aquello me otorgaba paz. No tenía un rumbo a donde ir. Pero tampoco lo necesitaba.<br /><br />Era incapaz de obviar lo que tan sólo unos instantes antes había pasado. Mi padre, enormemente enfurecido por las ya demasiado corrientes infidelidades de mi madre, había estallado. Quizá entonces no logré entenderlo, pero ahora sí. Mi padre había aguantado demasiado, aunque seguramente el modo de focalización que había adoptado no era del todo correcto. Pero aún así, durante los diez minutos en los que mi padre desató toda su furia contra la cara de mi madre, dando al mundo lo que él consideraba algo más de justicia, fue libre. Más libre de lo que yo lo sería jamás.<br /><br />Sin duda las emociones del momento me paralizaron, y estando en aquella ancha avenida me encontraba en una especie de limbo en el que, inconscientemente, comenzaba a asimilarlo todo. Mi pequeño, pero firme paso, habría sorprendido a más de uno. No sabía adonde iba, pero parecía saberlo.<br /><br />En algún momento del paseo por mi más allá mental, comencé a alejarme del núcleo urbano. La avenida me había mostrado una calle amplia, casi desierta, bastante coqueta, e irradiada por la luz del atardecer. Como niño, caí preso por la curiosidad y el afán de aventura. No sabía que esa sería la calle que me mostraría un camino a seguir. No se trataría de un camino cualquiera. Yo tendría que aplanar el terreno, tendría que marcar una línea firme, sin dudas. Tendría que dejar el miedo atrás. Tendría que renunciar a la vida tal y como la conocía hasta entonces. Y en esa calle estaba quién me mostraría todo eso en menos de un segundo.Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-79166805289792226982007-11-08T15:39:00.000+01:002007-11-08T16:12:24.329+01:00Lecciones<blockquote><span style="font-weight: bold;"><blockquote>"Considera a las personas, no como simples medios, sino como fines en sí mismos"</blockquote><blockquote></blockquote><blockquote></blockquote></span><blockquote></blockquote> </blockquote><div style="text-align: right;"> <span style="font-style: italic;">Immanuel Kant.</span><br /><br /><div style="text-align: left;">Cuando me las dijo, pensé que Melissa estaba utilizando sus propias palabras. Después me enteré de que sólo parafraseaba a Kant, como en muchas otras de las cosas que me dijo. Hoy, en concreto, me he despertado con esas palabras en la mente. Porque he soñado con la última vez en que me las dijo, el mismo día que se marchó de mi vida.<br /><br />Han pasado diez años desde aquello. Yo tenía 23. Ahora, al igual que en ese momento, no puedo concebir a las personas como lo que Melissa (o Kant) decían que eran. Todos pueden aportarme algo útil en este camino que comencé hace 22 años y que dentro de poco termina, pero nadie es imprescindible, nadie vale tanto como para que lo considere un "fin". Ellos sólo son herramientas con las que construir mis objetivos. Y si pueden aportar cosas útiles a mis planes, también pueden destruirlos por completo. Por eso soy distante con ellos, porque no quiero que destruyan lo que tantos años he tardado en construir. Es cierto que Melissa intentó corregir mi frialdad. Ella siempre intentó que sintiera. Supongo que lo que en realidad intentó hacer fue tapar la cicatriz que me marcó el día que cumplí once años, cuando me enseñó aquello que haría que jamás volviera a sentir nada. Creo sin duda que aquí erradica la naturaleza de la insistencia de Melissa por intentar traerme por un camino más o menos recto. Pero yo jamás fui concebido para encerrarme bajo límites.<br /><br />Hoy me he despertado entre lágrimas, sudando, en el suelo. He visto a Melissa por primera vez en diez años, tan nítida como la última vez que estuve a su lado. Todo eran flashes con los recuerdos que viví junto a ella, cuando la vi por primera vez con once años, cuando me enseñó a utilizar mi don. En definitiva, he visto en mi sueño el resumen de cómo Melissa me ha ayudado a sobrevivir. Sin ella probablemente no habría encontrado mi camino, y mi don se habría vuelto una maldición... Probablemente yo estaría muerto ahora.<br /><br />No sabría decir "La echo de menos" porque no sabría definirlo. Melissa se fue porque ya no podía aprender más de ella, y a partir de ese punto sólo sería un estorbo para mis planes. Pero si pudiera sentir aprecio por alguien, la primera persona en la que pensaría sería Melissa. Todavía recuerdo sus palabras, su cordialidad, su fuerza, su inteligencia. Era todo lo que yo soy ahora, era todo lo que yo, aunque no lo sabía, siempre había querido ser.<br /><br />Sólo recuerdos, palabras... Jamás podría resumir todo lo que ocurrió con Melissa.<br /><br /><br /><br /><br />[- ¿Por qué le has matado, Leonardo?<br />- No lo sé, Melissa....]<br /><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">Leonardo Stigliari. </span><br /><br /><br /></div></div>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-77949782356806466492007-11-07T17:19:00.000+01:002007-11-07T17:22:29.648+01:00Plot pointFue en aquel preciso momento cuando todo dio un giro de 180 grados. Algo había cambiado dentro de mí, algo que permanecería alterado hasta el momento de mi pronta muerte. Desde ese momento comencé a odiar, comencé a ver a los demás como lo que eran. Mis sentimientos quedaron atados al fondo, ya no existirían nunca más. Si quería conseguir cada uno de mis objetivos debía prescindir de mis sentimientos. De hecho, con el tiempo vi que no querer, no apreciar, no amar... traería más ventajas que perjuicios.<br /><br />A partir de entonces sólo conseguí sentir pasión por cada uno de mis actos, por cada escala que subía, por cada objetivo conseguido. Sólo sentí frustración cuando erraba, cuando me fallaba a mí mismo. Los demás... eran como piedras, no movían nada dentro de mí. Fingir... sería algo de lo que tendría que vivir el resto de mi vida. Mejor dicho, de mi existencia. Con la advenencia de mi don tuve que aceptar facultades muy útiles, pero también marcas que dejarían en el terreno un camino muy definido que se separaba completamente del de los demás. Me costó, sí, a veces envidié ser como los demás, envidié su simpleza, su manera de ver la vida, lo poco que les costaba ser feliz. Yo nunca fui feliz. No soy feliz. Nunca seré feliz.<br /><br />Cuando me abría poco a los demás, y notaban que yo era superior, me tachaban de ególatra, de tozudo, de ambicioso. Sólo ambicionaba lo que podía conseguir, que era casi todo. Mi don me permitía muchísimas libertades, ellos se negaban a ver que alguien podía ser tan seguro de sí mismo y prever a kilómetros los errores que nunca cometería. Los pocos errores que he cometido sólo se han debido a mis intentos por querer ser como los demás.<br /><br />Fue desde aquel hecho, ya hace mucho más de una década, que todo cambió. Tan pronto para algunos, para mí demasiado tarde. Yo he nacido por algo, y ese algo ha de ser cumplido. Sólo por mí. No hubo uno antes, no habrá otro después. Desde aquel día obtuve un prisma con el que poder verlo todo sin equivocarme.<br /><br /><a href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/slo-el-principio.html">Desde el día de mi undécimo cumpleaños</a> comencé a identificarlos.<br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">Leonardo Stigliari.</span>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-63465703520017564222007-11-07T16:57:00.000+01:002007-11-07T17:18:01.813+01:00Soy especialHace hoy exactamente 9 meses que me diagnosticaron una úlcera de estómago. Después de varios análisis, me dijeron que el 60% de mi estómago estaba afectado por la úlcera y que el órgano era irrecuperable. Se limitaron a recetarme medicación que me aliviaría el dolor de lo que, entre eufemismos, eran los últimos meses de mi vida. Quizá no me molestó tanto saber que iba a morir como saber que iba a morir sin una razón plausible. Así pues, decidí no decir a nadie que eran los últimos meses de mi vida. Eso habría supuesto una sobreatención sobre mi persona que, sinceramente, no veía factible. No quería que me quisieran porque me perdían, como hace mucha gente.<br /><br />Sólo mis padres y mi hermano lo sabían, y se sorprendían cada día al verme cada mañana despertar con las mismas bromas de siempre, tirándole cojines a mi padre y gritando para que me dejaran usar el baño. Salvo algunos malestares estomacales y una desfasada variación de mis hábitos alimenticios, nadie habría dicho que era terminal. De hecho, el saber que iba a morir no hizo que tuviera más aprecio por la vida del poco que ya le tenía. Así, intenté hacer mi vida como si no sucediera nada. La muerte violenta que me esperaba parecia que ya no seria la misma, asi que eso me daba cierta ventaja sobre los demás.<br /><br />Pienso que quizá fue una grata sorpresa para mí saber que moriría, a mis 24 años. Siempre me había considerado especial y, como tal, merecía una manera especial de morir. Por eso dejé de tomarme la medicación, porque yo me veía fuerte y en el fondo sabía que no podía morir por una estupidez tan grande. Mi muerte sólo era mía, y si moría por una estúpida úlcera de estómago, entonces significaba que yo no era quien yo creía, y que no era especial, que era tan ruín como los demás y entonces sí que merecía morir. Yo moriría de tal manera que nadie querría hablar de mi muerte. Siempre supe que mi existencia dejaria huella en los demás, y que todos mis secretos, idos a la tumba conmigo, serían reconstruidos años más tarde por los escritos escondidos bajo la cama. <a href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/slo-el-principio.html">Melissa</a> así lo habría querido.<br /><br />No sentí más odio del que ya sentía por aquellas personas que no merecen vivir. Yo, alguien que siempre había cuidado su forma física y cuya dieta no era tan desmesurada como para provocar una úlcera, moriría por mi estómago. No dejaba de ser curioso. El mundo restante, no obstante, vivía sin preocupaciones y con una simpleza que a veces envidiaba. Ellos tenían largas y felices vidas y no tenian un objetivo concreto. Ellos morían por razones equivalentes a su insulsa existencia, yo no. Por eso casi cada día me reía pensando en mi situación, en la evidente indiferencia que había marcado en mi vida este hecho. Intenté imaginar... e imaginé la reacción de aquellos que decían ser mis allegados. No era capaz de imaginar ninguna reacción similar a la mía. La gran mayoría de ellos se vendría abajo. Y los odiaba todavía más por no parecerse a mí. No era algo que yo quisiera, pero me sentía superior. No es que lo creyera, es que lo sentía dentro de mí, y todos mis hechos lo demostraban. Era algo innegable. Mi don también lo decía.<br /><br />Si pudiera creer en Dios, pensaría que es un castigo. Un castigo por haber nacido humano y no tener nada de ello en mi interior. He amado, he odiado, he querido... Pero eso no me hace humano. Al menos no es suficiente, no es lo suficientemente humano como para vivir. Yo estaba un nivel por encima.<br /><br />Siento algo de tristeza cuando pienso que nadie me echará de menos. Que, aunque he logrado causar pasión y amor en medidas desproporcionadas, sigo siendo algo molesto. Soy algo extraño, ellas lo saben. Alguna se ha enamorado de mí, y encierta manera yo me he enamorado de todas. <a href="http://leonardostigliari.blogspot.com/2007/11/sin-sexo.html">Pero me desean y no saben porqué</a>. Me quieren y no saben porqué. Cuando estoy a su lado se sienten incómodas, es una sensación tan agridulce y amarga a la vez que no quieren ni pueden dejar de sentirla. Pero si yo faltaba y faltaba mi esencia, no habría nada que les uniera a esa sensación, y al cabo del tiempo prefererirían estar sin mí, y no lo echarían de menos. Lo sé. Lo sé, sin más.<br /><br />Hoy por hoy todo ésto ya no tiene importancia. Meses después, mis padres, con una determinación absurda por mi supervivencia, fueron acudiendo uno tras uno a los médicos más caros de la ciudad. No entendía porqué se negaban a que muriese, yo no había mostrado ninguna reacción de tristeza sincera. Yo no insistía en negar lo innegable, estaba tranquilo; como siempre digo, en el momento de llegar los obstáculos, es cuando hay que hacerles frente. Así que, como premisa principal en mi vida, seguí esperando paciente. No era mi momento.<br /><br />Hoy me han operado. Hoy vivo, y mañana, y quizá el mes que viene, y no sé si dentro de un año también, pero no moriré por una úlcera de estómago. De hecho, mi vida ha cambiado tanto que ahora podré tratar la enfermedad que afecta a mi cabeza. Esa enfermedad que sólo yo conozco y que me hace especial. En realidad no es una enfermedad, es un don. Y podré cuidarlo, y potenciarlo, porque no me faltará dinero. El médico que me ha operado hoy, Pedro, nos informó de la negligencia médica y el derecho a indemnización que tengo. Resulta que mi úlcera de estómago no afectaba al 60% de mi estómago, sino sólo a un 20%. El resto sólo eran ramificaciones inocuas de la úlcera. Cuando Pedro miró mi estómago ya estaba al límite de lo curable, pero seguía siéndolo. Pedro nos ha dicho que si no ganamos miles de euros en el juicio, serán millones.<br /><br />No soy más feliz por saber que viviré, ni siquiera soy feliz. Hoy me siento lleno de satisfacción porque ahora más que nunca sé que soy especial, y que no le temo a la muerte, como los demás, porque mi muerte sólo depende de mí, mi muerte sólo llegará cuando esté preparado, cuando yo lo decida. Mi muerte llegará cuando termine todas las cosas que empecé con mi enfermedad, con mi don.<br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">Leonardo Stigliari</span>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-45188638564360504592007-11-06T18:42:00.000+01:002007-11-06T19:13:54.618+01:00Sin sexo¿Cómo decirte, amigo, que hace meses que no me acuesto con nadie? Que no se trata de la verborrea que les suelto a ellas convenciendolas de algo que casi ni quieren hacer, ni del tartamudeo sobrecogedor que finjo para inspirar ternura, ni de la seguridad pasiva que siento sentado en el taburete mirandoles a los ojos. No es eso, amigo mío, es simplemente que hace meses que no me acuesto con nadie.<br /><br /> Al menos esa es la sensación que siento cuando veo a Mónica levantarse de la cama y volver a tapar su blanca y dulce tez con esa ropa que no le hace nada de justicia; o cuando, con el pelo alborotado, María se incorpora y deja para mi gozosa vista una espalda impecable y unas nalgas curvas con una firmeza abrumadora. Es así también en los momentos en los que Laura se enciende el cigarro, y he de aguantar que me llene la casa del cancerígeno olor de una muerte lenta. Amigo mío, no me acosté siquiera con Elena cuando la única prolongacion firme de mi cuerpo (y casi de todo mi ser...) estuvo dentro de su cuerpo. No sentí que me fuera a acostar con Clara, cuando sentí su corazón palpitante, y sus manos nerviosas desvistieron rápida, pero dulcemente, todo mi cuerpo. Aunque no lo recuerde, sé que no me acosté con Noelia cuando me desperté desorientado en su casa, en su cama, con el sabor amargo y seco del alcohol y el tabaco de la noche anterior. Y no lo echo de menos, amigo mío, ya no siento deseo. En este punto de mi vida, en el que casi todo es ambiguo, y yo tengo una dudosa identidad, no logro sentir deseo por una de las acciones básicas de nuestra supervivencia. No sentí deseo cuando Blanca lamía dulcemente con sus labios mi miembro erecto, ni tampoco cuando Rakel, torpemente, intentaba hacerme disfrutar, pese a su inexperiencia. No se eleva una sonrisa en mi cara cuando me miran desde la otra punta del garito. No lo hizo tampoco cuando frente aquella pantalla de cine Patricia acarició mi mano, ni cuando Alba me confesó su amor en el cubículo trasero del coche, asegurando su disposición a dármelo todo en esta vida. Ni siquiera sentí mi ego subirse cuando Virginia estuvo dispuesta a dejar a su novio por mí, o cuando Eva y Nerea, juntas, hicieron la labor de una. No he sentido bondad al cuidar de los hijos de Adela, mientras por las noches, despues de meterlos en la cama, iba a meterme yo en la de su madre. He estado insensibilizado todo este tiempo. Las mujeres huelen eso. Todas ellas han olido mi desapetencia por la vida, han olido una compleja maraña de desazón y desasosiego en mi y han querido probarlo. Ese es el secreto de que haya tantas y ninguna a la vez. Por mi sexo ha salido semen, he tenido erecciones tan firmes que incluso podía destrozar piedras. Pero no es algo físco lo que falla en mí, es algo en mi interior. No siento ni pasión, ni tristeza, ni amor. No recuerdo la última vez que perdí la cabeza con alguien en ese acto impoluto en el que pocos piensan con maldad. Y quiero hacerlo, de verdad. No es sinónimo de sexo lo que ha habido estos meses, amigo mío. No es sinónimo de libertad, no es sinónimo de vida, ni de pasión, ni de sentir, ni de felicidad. Nada. No he sido capaz de sentir nada de eso con ninguna de estas mujeres. No estoy triste, amigo mío, no estoy preocupado, es simplemente que hace meses que no me acuesto con nadie. A estas alturas, lo que menos me importa es el sexo. Lo planteo únicamente como prueba de que mi vida es marchita desde hace mucho tiempo, y que no me queda mucho tiempo dentro de ella.<br /><br />No te mentiré, amigo mío, si te digo que ni siquiera hubo sexo entre Sonia y yo. Pese a hacerme prometer repetidas veces que jamás te lo diría, es cierto que no me acosté con ella durante tu estancia en Florida la semana pasada. Le abracé en aquel parque porque decía que estabas demasiado ocupado con tu trabajo. Fuimos a tu casa. Ella necesitaba cariño. Me besó entre lágrimas. De hecho, es el beso más salado y con más sentimiento que recuerdo de toda mi vida. Sus suspiros decían "hazme el amor". Pero no podía hacerle algo que no tenía ni siquiera para mí solo. No me acosté con ella, Pedro, te lo aseguro. Por aquel espejo que tenéis en vuestra habitación, ese que siempre os digo que es precioso, vi la fornida y cálida espalda de Sonia. Me quitó la camisa, y antes de que pudiera volver a mirar en el espejo, yo ya no tenía ropa. No me acosté con ella, a pesar de escuchar, al penetrar mi sexo hasta las más profundas entrañas de su interior, un grito que en su más remota naturaleza hacía apología de placer mezclado con un dolor causado por una relación rota con un novio que pasaba más tiempo de viaje de negocios que cuidando de lo que ya era una marchitada relación. Entiendo que tu corazón se quiebre, Pedro, pero no me acosté con ella. No quería mentirte en nada, y tampoco te lo cuento por pena, ni porque seas mi amigo, es simplemente que hace meses que no me acuesto con nadie. <br /><br /><span style="font-style: italic;"><br />Leonardo Stigliari.</span>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7609727321754017857.post-86683046248914726272007-11-05T23:03:00.000+01:002007-11-05T23:21:45.490+01:00Sólo el principio<span style="font-weight: bold; font-family: verdana;font-family:georgia;" >Miré a la izquierda, y miré a la derecha. Una inmensa calle se extendía ante mí. No había nada que pareciese vivo en ese lugar. Solo gente. Todavía resonaban en mi cabeza las discusiones de mis padres, los botellazos, los cuadros por el suelo. Mis ojos anodinos viendo como la cabeza de mi madre se estampaba contra el parquet, sus ojos turbios, de un verde precioso casi apagado, que me decían silenciosamente "vete, vete a dar un paseo, hijo...", mientras un hilo de sangre recorría su mejilla.</span><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-family: verdana;font-family:georgia;" >La amplia avenida, el ininterrumpido ruido de los coches, de los pasos de la gente, de sus cerebros en estado off pasando desapercibida la existencia de otros miles de cerebros apagados. Un niño de 11 años poco pintaba allí. Seguramente fue entonces cuándo decidí coger mi rumbo... o cuando mi rumbo me cogió a mí, no sabría explicarlo. Lo cierto es que aquella tarde conocí a la extraña e inigualable Melissa.</span><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-family: verdana;font-family:georgia;" >Sí, creo que todo comenzó en ese momento.</span>Leonardohttp://www.blogger.com/profile/01536436858838435257noreply@blogger.com0