lunes, 5 de noviembre de 2007

Sólo el principio

Miré a la izquierda, y miré a la derecha. Una inmensa calle se extendía ante mí. No había nada que pareciese vivo en ese lugar. Solo gente. Todavía resonaban en mi cabeza las discusiones de mis padres, los botellazos, los cuadros por el suelo. Mis ojos anodinos viendo como la cabeza de mi madre se estampaba contra el parquet, sus ojos turbios, de un verde precioso casi apagado, que me decían silenciosamente "vete, vete a dar un paseo, hijo...", mientras un hilo de sangre recorría su mejilla.

La amplia avenida, el ininterrumpido ruido de los coches, de los pasos de la gente, de sus cerebros en estado off pasando desapercibida la existencia de otros miles de cerebros apagados. Un niño de 11 años poco pintaba allí. Seguramente fue entonces cuándo decidí coger mi rumbo... o cuando mi rumbo me cogió a mí, no sabría explicarlo. Lo cierto es que aquella tarde conocí a la extraña e inigualable Melissa.

Sí, creo que todo comenzó en ese momento.

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