miércoles, 7 de noviembre de 2007

Soy especial

Hace hoy exactamente 9 meses que me diagnosticaron una úlcera de estómago. Después de varios análisis, me dijeron que el 60% de mi estómago estaba afectado por la úlcera y que el órgano era irrecuperable. Se limitaron a recetarme medicación que me aliviaría el dolor de lo que, entre eufemismos, eran los últimos meses de mi vida. Quizá no me molestó tanto saber que iba a morir como saber que iba a morir sin una razón plausible. Así pues, decidí no decir a nadie que eran los últimos meses de mi vida. Eso habría supuesto una sobreatención sobre mi persona que, sinceramente, no veía factible. No quería que me quisieran porque me perdían, como hace mucha gente.

Sólo mis padres y mi hermano lo sabían, y se sorprendían cada día al verme cada mañana despertar con las mismas bromas de siempre, tirándole cojines a mi padre y gritando para que me dejaran usar el baño. Salvo algunos malestares estomacales y una desfasada variación de mis hábitos alimenticios, nadie habría dicho que era terminal. De hecho, el saber que iba a morir no hizo que tuviera más aprecio por la vida del poco que ya le tenía. Así, intenté hacer mi vida como si no sucediera nada. La muerte violenta que me esperaba parecia que ya no seria la misma, asi que eso me daba cierta ventaja sobre los demás.

Pienso que quizá fue una grata sorpresa para mí saber que moriría, a mis 24 años. Siempre me había considerado especial y, como tal, merecía una manera especial de morir. Por eso dejé de tomarme la medicación, porque yo me veía fuerte y en el fondo sabía que no podía morir por una estupidez tan grande. Mi muerte sólo era mía, y si moría por una estúpida úlcera de estómago, entonces significaba que yo no era quien yo creía, y que no era especial, que era tan ruín como los demás y entonces sí que merecía morir. Yo moriría de tal manera que nadie querría hablar de mi muerte. Siempre supe que mi existencia dejaria huella en los demás, y que todos mis secretos, idos a la tumba conmigo, serían reconstruidos años más tarde por los escritos escondidos bajo la cama. Melissa así lo habría querido.

No sentí más odio del que ya sentía por aquellas personas que no merecen vivir. Yo, alguien que siempre había cuidado su forma física y cuya dieta no era tan desmesurada como para provocar una úlcera, moriría por mi estómago. No dejaba de ser curioso. El mundo restante, no obstante, vivía sin preocupaciones y con una simpleza que a veces envidiaba. Ellos tenían largas y felices vidas y no tenian un objetivo concreto. Ellos morían por razones equivalentes a su insulsa existencia, yo no. Por eso casi cada día me reía pensando en mi situación, en la evidente indiferencia que había marcado en mi vida este hecho. Intenté imaginar... e imaginé la reacción de aquellos que decían ser mis allegados. No era capaz de imaginar ninguna reacción similar a la mía. La gran mayoría de ellos se vendría abajo. Y los odiaba todavía más por no parecerse a mí. No era algo que yo quisiera, pero me sentía superior. No es que lo creyera, es que lo sentía dentro de mí, y todos mis hechos lo demostraban. Era algo innegable. Mi don también lo decía.

Si pudiera creer en Dios, pensaría que es un castigo. Un castigo por haber nacido humano y no tener nada de ello en mi interior. He amado, he odiado, he querido... Pero eso no me hace humano. Al menos no es suficiente, no es lo suficientemente humano como para vivir. Yo estaba un nivel por encima.

Siento algo de tristeza cuando pienso que nadie me echará de menos. Que, aunque he logrado causar pasión y amor en medidas desproporcionadas, sigo siendo algo molesto. Soy algo extraño, ellas lo saben. Alguna se ha enamorado de mí, y encierta manera yo me he enamorado de todas. Pero me desean y no saben porqué. Me quieren y no saben porqué. Cuando estoy a su lado se sienten incómodas, es una sensación tan agridulce y amarga a la vez que no quieren ni pueden dejar de sentirla. Pero si yo faltaba y faltaba mi esencia, no habría nada que les uniera a esa sensación, y al cabo del tiempo prefererirían estar sin mí, y no lo echarían de menos. Lo sé. Lo sé, sin más.

Hoy por hoy todo ésto ya no tiene importancia. Meses después, mis padres, con una determinación absurda por mi supervivencia, fueron acudiendo uno tras uno a los médicos más caros de la ciudad. No entendía porqué se negaban a que muriese, yo no había mostrado ninguna reacción de tristeza sincera. Yo no insistía en negar lo innegable, estaba tranquilo; como siempre digo, en el momento de llegar los obstáculos, es cuando hay que hacerles frente. Así que, como premisa principal en mi vida, seguí esperando paciente. No era mi momento.

Hoy me han operado. Hoy vivo, y mañana, y quizá el mes que viene, y no sé si dentro de un año también, pero no moriré por una úlcera de estómago. De hecho, mi vida ha cambiado tanto que ahora podré tratar la enfermedad que afecta a mi cabeza. Esa enfermedad que sólo yo conozco y que me hace especial. En realidad no es una enfermedad, es un don. Y podré cuidarlo, y potenciarlo, porque no me faltará dinero. El médico que me ha operado hoy, Pedro, nos informó de la negligencia médica y el derecho a indemnización que tengo. Resulta que mi úlcera de estómago no afectaba al 60% de mi estómago, sino sólo a un 20%. El resto sólo eran ramificaciones inocuas de la úlcera. Cuando Pedro miró mi estómago ya estaba al límite de lo curable, pero seguía siéndolo. Pedro nos ha dicho que si no ganamos miles de euros en el juicio, serán millones.

No soy más feliz por saber que viviré, ni siquiera soy feliz. Hoy me siento lleno de satisfacción porque ahora más que nunca sé que soy especial, y que no le temo a la muerte, como los demás, porque mi muerte sólo depende de mí, mi muerte sólo llegará cuando esté preparado, cuando yo lo decida. Mi muerte llegará cuando termine todas las cosas que empecé con mi enfermedad, con mi don.


Leonardo Stigliari

1 comentario:

Gerardo González García - triplege - dijo...

Como tú dices esto de morirse es una cosa más que sucede en nuestra vida, es parte de ella, lo malo es para los que se quedan llorándote en este mundo.
No soy médico, pero yo tenía una bacteria estomacal que se llama Helicobacter pylori, es la responsable de la mayoría de las úlceras gástricas y no tiene nada que ver con la alimentación, si no se erradica totalmente se potencia y continúa haciendo daño, es una bacteria bastante común.